Editorial

Disminución de la jornada laboral y productividad

La necesidad de no amenazar la productividad es un aspecto muy sensible para la realidad nacional, reconocido el hecho que el trabajador chileno ocupa muchas horas y, sin embargo, su productividad es relativamente baja.

Por: Diario Concepción 21 de Abril 2017

Las propuestas parlamentarias son como la moneda de cambio para asegurar que los representantes están haciendo la tarea, a tantas propuestas, mayor reconocimiento, es como los que eligen hacerse parte de cualquier causa que surja y acudir prontamente a los tribunales, sin preocuparse más tarde del resultado de tales acciones, generalmente publicadas en los medios. En el parlamento debe haber en la zona de archivos una miscelánea digna de investigar.

La más llamativa en los últimos meses ha sido la de rebajar la jornada laboral a cuarenta horas semanales, propuesta que de inmediato concitó toda suerte de comentarios y más de algún apoyo, con tanta prisa que a poco andar hubo que volver al pizarrón.

Hay dos factores muy relevantes que no fueron debidamente atendidos, el primero es la productividad, qué sucede si por trabajar menos disminuye la producción en un país que se encuentra justamente con reducida tasa de crecimiento, sea por la razón que sea, qué pasa con los costos por remuneraciones si las empresas grandes o pequeñas, necesitan cubrir horarios extendidos.

Como en todo, situación que se elige ignorar, hay precedentes que resultan útiles al momento de tomar decisiones de difícil reversibilidad, en Francia, por ejemplo, el mercado laboral dio una fuerte señal el año 1998, cuando el gobierno socialista redujo la jornada de trabajo de 39 a 35 horas semanales, sin una rebaja salarial.

La medida tenía sentido, dada la conocida productividad del trabajador francés, se podía esperar que con jornadas más breves esta no disminuiría, con un ajuste en la eficiencia y más plazas de trabajo. Sin embargo, con el tiempo se ha ido modificando la situación, alargando las jornadas con el desempleo que sigue siendo alto. Por otra parte, experiencias similares en los países escandinavos han probado la posibilidad de mantener la productividad, pero al mismo tiempo, surgen dificultades para financiar los turnos indispensables.

La experiencia alemana también trae consideraciones dignas de ser tomadas en cuenta, aun teniendo la menor cantidad de horas promedio trabajadas de la Ocde, hay propuestas para cortar aún más la jornada, con una semana laboral de cuatro días. Las reservas de los expertos se basan en dos hechos probados; los trabajadores con jornadas más cortas tienden a buscar un segundo trabajo, para aumentar sus ingresos y las empresas se enfrentan a mayores gastos, ante la necesidad de aumentar y capacitar más personal, para mantener la misma producción.

Este último aspecto es para la realidad nacional el más sensible, reconocido el hecho que el trabajador chileno ocupa muchas horas y sin embargo su productividad es relativamente baja. Como referencia se puede señalar tres situaciones; en EE.UU se trabaja 1.790 hrs. anuales, con una producción de US$ 62.90 por hora, en Noruega las cifras son respectivamente 1,423 hrs. y 78.7 dólares, mientras que en nuestro país estas son 1.987 hrs., con 23.05 dólares por hora trabajada.

Según el Informe de Perspectivas de Empleo de la Ocde, nuestro país se caracteriza por largas jornadas de trabajo, pero escasa productividad. Es una realidad conocida por largo tiempo, con factores también conocidos que ayudan a explicarla, sin cambiarlos para bien, las propuestas de reducción de jornada son al menos imprudentes y populistas.

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