Editorial

Preservar la escala humana de la ciudad

Hacer ciudades a escala humana, preservar espacios y áreas verdes no es una opción, es imperioso e indispensable para la calidad de vida de sus habitantes.

Por: Diario Concepción 18 de Abril 2017

El intendente metropolitano, Claudio Orrego, publicó una fotografía que rápidamente fue replicada en más de dos mil ocasiones, una imagen que puede ser de los contrastes arquitectónicos de antología, en pleno centro urbano de la capital de Chile, un mega edificio, más bien un conjunto de ellos de 28 pisos, para 4.000 departamentos, un pueblo pequeño en una sola parte.

Se trata de un verdadero monumento a la funcionalidad-rentabilidad, sin otras consideraciones, que bien pueden encontrarse en la desapasionada y realista declaración de sus ejecutivos, que la gente prefiere eso a vivir en casas dignas, pero distantes. El uso pragmático del vox populi.

El intendente hace la pregunta todavía no resuelta y que a juzgar por lo que le espera a la capital en iniciativas semejantes, va a quedar muy para después; "¿Dónde están la escala humana y el espacio público?". Hay, sin embargo, una respuesta: ahí, no.

A partir de esa imagen ingresó al lenguaje de la arquitectura urbana el descriptor "gueto vertical", una solución discutible para el habitante metropolitano, cuyo sistema de transporte es tan insatisfactorio que prefiere hacinarse, con tal de evitar largas horas de traslado, con otros beneficios, como la cercanía del metro, hospitales, universidades y comercio. Frente a esas facilidades hay inconveniencias; espacios mínimos, limitada privacidad, estacionamientos insuficientes y hasta colapso en los ascensores por la alta demanda de residentes.

En una evaluación objetiva, Pablo Allard, decano de Arquitectura de la U. del Desarrollo, describe a un medio de circulación nacional la situación de estos edificios con un dejo de resignación; "son departamentos para familias de clase media o media-baja, para quienes es más importante vivir cerca del centro, que estar en departamentos sombríos, pequeños, o con problemas de gastos comunes". Su conclusión no requiere de mayor comentario: "hay que entender que si bien las condiciones de habitabilidad y calidad de vida son bastante pobres, sus opciones son vivir en otras comunas más segregadas, lejos, con costo y problemas de transporte".

Las declaraciones del director de la Escuela de Arquitectura de la U. Católica, Emilio de la Cerda, sobre las torres "les hacen un daño al centro de Santiago y a la fe pública, pues cualquier estrategia de densificación es vista como una amenaza" y del director del Departamento de Urbanismo de la U. de Chile, Ernesto Calderón, "estas aberraciones incompatibles con la calidad de vida", representan una llamada de atención que no puede, a primeras, desoírse. Seguir inalterablemente con este tipo de construcciones, no importa cuán prácticas, puede lesionar la dignidad del cuerpo social.

Hacer ciudades a escala humana, preservar espacios y áreas verdes no es una opción, es imperioso, las mismas edificaciones masivas pueden compatibilizarse con estos requisitos, es verdad que hay otros costos, pero no tienen por qué ser inabordables, la tecnología y los avances en materiales abren nuevas formas de llegar a costos accesibles, para viviendas dignas, hermosas y habitables, no es situación que no pueda ser abordada por nuestros bien calificados arquitectos. 

Todas las ciudades mayores de Chile corren ese peligro, sus planos reguladores deben ser revisados e impuestos acuciosamente, ya que se trata la calidad de vida que dejaremos a los nuestros que se queden a vivir en ellas.

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