Las evaluaciones de impacto de la capacitación laboral arrojan resultados diversos en el contexto internacional, en el caso de Chile existe escasa evidencia sobre el particular , a pesar de la importante inyección de recursos.
La revolución del mundo del conocimiento, entre otras de sus relevantes características, asegura que nada de lo que ocurre está en condiciones de estabilidad, el cambio resultante acelera los que siguen hasta hacer de la obsolescencia una amenaza constante, el producto incesante de la innovación, que modifica sin pausa la actualidad, en todo orden de cosas , pero en el ámbito más vecino y transversal, al mundo laboral y los trabajadores.
Estar al día es una condición permanente, sobre todo cuando el desarrollo de la tecnología hace necesarias otras habilidades, diferentes destrezas, lo que obliga al trabajador a renovar permanentemente sus competencias y calificaciones. El medio usual es el esfuerzo personal por adaptarse a las condiciones variables, lo que solía bastar ante cambios menores y progresivos y en absoluto suficiente cuando estos cambios transforman completamente el ámbito del trabajo.
La respuesta en la dirección correcta es la capacitación continua, como parte del dispositivo roductivo. En sentido estricto, la capacitación puede definirse como todas las actividades realizadas en una organización para responder a sus necesidades, como mejorar la actitud, conocimiento, habilidades o conductas de su personal.
Como fase previa, para que la capacitación responda efectivamente a lo que hace falta, es preciso hacer un diagnóstico de la diferencia entre lo que el trabajador debe saber para desempeñar una tarea y lo que sabe realmente, una condición que no siempre es descrita con precisión y podría resultar en capacitaciones marginales o simbólicas que no contribuyen a mejorar los recursos del trabajador.
Un estudio sobre el particular, con el título "Evaluaciones de Impacto de los Programas de Capacitación Laboral: la experiencia internacional y de Chile", publicado por Andrés Muñoz, hace casi un decenio, concluye que las evaluaciones del impacto de estas importantes iniciativas arrojan resultados diversos en el contexto internacional, señalando que en el caso de Chile existe escasa evidencia sobre el particular.
Más recientemente, un análisis del doctor en Economía Cristian Mardones del Departamento de Ingeniería Industrial de la Universidad de Concepción, muestra que el impacto en la productividad de las empresas había sido casi nulo, no así el aporte personal al trabajador, sin evidenciar una diferencia estadísticamente significativa sobre las ventas ni crecimiento de estas en las empresas que obtuvieron la franquicia tributaria Sence (Servicio Nacional de Capacitación y Empleo), respecto a aquellas empresas que no la obtuvieron.
Aunque el mismo autor advierte de las limitaciones principales del estudio, ya que se utilizó solo un subgrupo de las empresas- observación que señalan igualmente las autoridades de Sence- aún con esas limitaciones, hay una posibilidad de que este significativo empleo de recursos, no tenga las consecuencias esperadas.
Hay entonces dos situaciones, la primera es la indispensable capacitación efectiva para los trabajadores, la segunda, los costos de esa iniciativa, en ambos casos se requiere evaluar los resultados; el formal proceso de rendición de cuentas. Ante el requisito de tener personas altamente calificadas para un mundo competitivo y cambiante, los resultados de los procesos de capacitación no deberían ser opinables, sino estrictamente evidentes.