Editorial

El auténtico pensamiento verde

Cada ciudadano debe hacerse parte en un cambio positivo de escenario; el fortalecimiento del desarrollo humano, parar preservar y cuidar los recursos naturales, en conjunto con todas las instituciones públicas y privadas.

Por: Diario Concepción 31 de Marzo 2017

Los fundamentalistas verdes, como cualquier fundamentalista, tienen el problema de leer solo un tipo de libros, los libros verdes, lo cual es desafortunado porque existen otros libros con la otra parte de la verdad, que es ignorada por ellos, bloqueando severamente las oportunidades de diálogo, eventualmente constructivo, con metas comunes con otros grupos, que si no son igualmente refractarios, estarían dispuestos a encontrar salidas a temas que siguen estando en busca de un punto de equilibrio.

En el verano recién pasado las emergencias que azotaron al país, como incendios forestales, aluviones y cortes de agua, pusieron a prueba la capacidad de reacción de las autoridades. Se mencionó repetidamente el factor posiblemente causante; el calentamiento global, no de los incendios o de los aluviones, sino de las condiciones climatológicas que los hicieron posible, aumentando exponencialmente los índices de riego.

Rodolfo Quezada, de la Fundación Piensa Verde, expresa su disposición a pensar, a buscar el punto de transacción posible entre las necesidades actuales de la sociedad y la protección del entorno, que pasa por la concientización cuya principal herramienta es la educación ambiental, que como término nació en 1994 con la Ley 19.300. 

El artículo 1° de esa ley establece el derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación, la protección del medio ambiente, la preservación de la naturaleza y la conservación del patrimonio ambiental.

En la retina de los habitantes de esta región han de estar la imagen de los cerros devastados, los troncos carbonizados, o miles de árboles secos y muertos. El paisaje cambiado y las enormes pérdidas materiales de las empresas forestales, pueblos dañados, pequeños campesinos que perdieron sus árboles frutales o sus plantaciones.

La primera reacción de los chilenos, frutos del rigor de la naturaleza, es ponerse rápidamente de pie y dejar las cosas tal como estaban, lo cual es atendible si como estaban, estaban bien. La verdad es que no, se requiere repensar el estado de las cosas, las plantaciones, la vecindad de las construcciones a los árboles, el cuidado del ambiente por cada habitante. Lograr que cada ciudadano se haga parte en un cambio positivo de escenario, un fortalecimiento del desarrollo humano, parar preservar y cuidar los recursos naturales, que demanda trabajar en conjunto con todas las instituciones públicas y privadas en apoyo de una gestión ambiental moderna y realista.

La llegada del otoño literalmente diluirá las intenciones de cada uno de nosotros para cambiar las circunstancias para bien, pasada la amenaza inmediata, avanzar hacia el desarrollo sostenible en el tiempo, continuando con su crecimiento económico con equidad social, buscando mecanismos para manejar y utilizar racionalmente los recursos naturales, preservando el ecosistema y contribuyendo a la protección del ambiente.

Hay un ámbito amplio, de gobierno e instituciones y otro más personal, pero no por eso menos efectivo, más todavía, sin este último, poca cosa puede hacer el primero. Como modelo nemotécnico de las acciones de particulares se ha mencionado la política de las tres R; reducción de emisiones, reducir o dejar de realizar determinadas actividades para evitar el consumo irresponsable de energía y reciclar objetos. Por un momento, hacer el ejercicio de asumir nuestras propias responsabilidades.

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