Editorial

Nuevo impulso para formar ciudadanos

La exclusión de la educación cívica de las salas de clases, y su reemplazo por contenidos transversales que terminaron por invisibilizarla, no hizo otra cosa que profundizar una ausencia cada vez más patente y preocupante del ciudadano común en el devenir del país.

Por: Diario Concepción 30 de Marzo 2017

La exclusión de la educación cívica de las salas de clases, y su reemplazo por contenidos transversales que terminaron por invisibilizarla, no hizo otra cosa que profundizar una ausencia cada vez más patente y preocupante del ciudadano común en el devenir del país.

Camilo Henríquez escribió varios "catecismos patrióticos" para educar a la ciudadanía en el concepto de patria independiente; con énfasis en el bien común, escribe: "el interés personal está unido al bien de la Patria, porque cada ciudadano participa de la felicidad y gloria de la Patria. Si la Patria tiene un buen gobierno, los ciudadanos son bien gobernados, se les administra bien la justicia, sus hijos son bien educados, hay industria y ocupación para todos, y cada uno vive en seguridad y quietud".

Introduce desde el púlpito ideas por cuya lectura había sido encarcelado por la Inquisición, las de los derechos del hombre, habló de libertad, igualdad, resistencia a la opresión. "Si estos derechos fuesen bien entendidos y estuviesen siempre a la vista de todos… no se habría arraigado tanto el despotismo si los pueblos hubiesen conocido lo que se les debía por principios sencillos e incontestables". 

La crisis política de 1891, que terminó en guerra civil y derrocamiento de José Manuel Balmaceda, terminó por hacer evidente para la clase gobernante la necesidad de reforzar las nociones de ciudadanía, memoria e identidad, estableciendo los deberes y derechos de los diversos colectivos de la sociedad, enfatizando, con ese propósito, temas como la historia nacional y la educación cívica.

Con ese prólogo, en 1898, se incorporó la instrucción cívica como asignatura en las escuelas primarias, que tenía un permanente contacto con la realidad política de la nación, conocida por el estudiante y futuro ciudadano. Entender los derechos para no aceptar el despotismo, en términos de Camilo Henríquez, formación cívica para discernir los intereses de la comunidad, es un conocimiento necesario para participar en la vida política, económica y social del país. Por eso, su exclusión formal de las salas de clases, hace décadas, y su reemplazo transitorio por contenidos transversales que terminaban por invisibilizarla, no hizo otra cosa que profundizar una ausencia cada vez más patente y preocupante del ciudadano común en el devenir del país.

Se ha criticado, con justa razón, que con esta postergación se introdujo una brecha entre los ciudadanos, aquellos que por su educación y condición socioeconómica se hacían parte de la política del país y un grupo mayoritario, progresivamente más marginado. Una distribución asimétrica del conocimiento, de la información, de la participación, y por añadidura, del poder, que tuvo como consecuencia el alejamiento de la gran mayoría ciudadana de la República, es decir, de lo que pertenece a todos.

El postergado regreso a las aulas, de la educación cívica, bajo el nombre de Formación Ciudadana, es una iniciativa indispensable, pero al mismo tiempo extraordinariamente sensible, ya que por su naturaleza se podría transformar en un intento de instrumentalización. La educación cívica contemporánea, para este país, necesita responder a las complejas realidades del poder político, ser enseñada de forma realista y motivadora, con el respeto debido a una ciudadanía inquisitiva y crítica.

El desafío es atraer a jóvenes y adultos hacia el ámbito de las instituciones y órganos del Estado y comprender cómo funciona el país y sus instituciones, y cuáles son los derechos y deberes tanto de gobernantes como gobernados. Volver a ser ciudadanos y ciudadanas comprometidos con las grandes decisiones de la Patria.

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