Editorial

Oportunidades perdidas en educación preescolar

No hay en todos los padres un convencimiento de la utilidad de esta etapa educativa o hay dificultades que no han sido debidamente valoradas.

Por: Diario Concepción 29 de Marzo 2017

Uno de los objetivos principales de la educación preescolar es que el niño menor de seis años reciba de forma continuada, sistemática y ordenada, aprendizajes en ambientes favorables, que le den la posibilidad de adquirir y desarrollar todas las funciones necesarias para enfrentar su futura enseñanza escolar, preparándolo así para enfrentar con éxito las exigencias programáticas venideras.

Descrito de este modo, parece evidente que si esa oportunidad es provista, todos los niños tendrían la posibilidad de proseguir con todas las ventajas del caso sus futuros cursos escolares, de menor a mayor grado de dificultad. Sin embargo, hay situaciones que condicionan la eficacia de esta inversión de los gobiernos, que han hecho esfuerzos, como ocurre en nuestro país, para ofrecer transversalmente esa oportunidad, justamente ante la creciente relevancia de la educación de los preescolares a nivel nacional e internacional.

Numerosas investigaciones en psicología, educación, neurociencias y economía han resaltado los beneficios de una estimulación temprana adecuada en el desarrollo y aprendizaje de los niños, su futuro éxito escolar y su posterior desempeño en la adolescencia y adultez. Es esta la primera consideración, la calidad de la estimulación temprana en el seno familiar, lo cual implica la situación particular de cada hogar, donde se supone existe el entorno más natural para estimular tempranamente a un niño pequeño y ofrecerle el ambiente que necesita para explorar y descubrir.

Hay un hecho relevante en esta situación; la diferencia en el nivel educacional de los padres, por no mencionar las diferencias socioeconómicas en general. Se ha observado que los niños de mejores rendimientos académicos provienen de hogares donde los padres tienen claras ventajas educativas, en otros términos, los alumnos aventajados poseen una alta probabilidad de tener padres aventajados, tanto en términos de educación como de participación en la fuerza laboral. Según los resultados del examen Pisa del año 2015, en promedio, un 97% de padres aventajados había cursado la educación superior y un 94% trabajaba en ocupaciones que requieren destrezas calificadas. Por el contrario, solo un 8% de los padres desaventajados tenía un similar nivel laboral y un 88% no había completado estudios superiores.

El resultado neto de esta situación es que hay un "efecto cuna", para bien o para mal, que requiere un trato remedial cuando las situaciones son de desventaja, para no perpetuar una brecha que se ha mantenido por decenios. Para interrumpir esta desfavorable profecía, debe ofrecerse, especialmente a los hijos de hogares desaventajados, una temprana educación y cuidado de alta efectividad, de no haberla, no se puede interrumpir, salvo notables excepciones, el círculo vicioso de la desventaja socioeconómica y cultural.

A pesar de esta necesaria oportunidad, el análisis estadístico de la Ocde sobre la educación preescolar y escolar en Chile, indica que sólo el 44% de los niños de tres años asiste a un recinto educacional, ubicándose entre los países con menor asistencia al sistema. No hay en todos los padres un convencimiento de la utilidad de esta etapa educativa o hay dificultades que no han sido debidamente valoradas.

Puede ser que sea ésta la oportunidad de poner patines a la infancia más vulnerable del país, no puede perderse por falta de convencimiento.

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