Editorial

El ejercicio del turismo depredador

El chileno turista, salvo que lo estén controlado muy de cerca, no tiene demasiado reparos a la hora de ignorar el manual de buena conducta, olvidando que los viajes y el turismo deben concebirse y practicarse como un medio de desarrollo personal y colectivo.

Por: Diario Concepción 01 de Marzo 2017

Dadas las características del consumidor contemporáneo, que se siente autorizado a pedir el máximo posible por lo que paga, sea esta demanda proporcionada o no, hace particularmente relevante pensar en el producto turismo como un recurso fácilmente abusable, vulnerable a daño severo, al menor descuido. En ese contexto es posible comprender el programa de turismo sostenible en el marco de programas sobre modalidades de consumo y producción sostenible que está siendo elaborado y coordinado por la Organización Mundial del Turismo (OMT) y algunos países donde esta actividad es parte importante de su actividad económica, con el apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

El turismo es hoy uno de los sectores económicos de mayor envergadura y de más rápido crecimiento del mundo. Aporta el 9 por ciento del PIB mundial y cabe atribuirle uno de cada 11 puestos de trabajo y el 6 por ciento de las exportaciones mundiales. Para el año 2030, la OMT prevé que se registrarán 1.800 millones de llegadas de turistas internacionales al año.

Si no se gestiona de manera sostenible, sin embargo, el turismo puede agotar los recursos naturales y provocar la escasez de agua, la pérdida de biodiversidad y la degradación de la tierra, además de contribuir al cambio climático y la contaminación, por citar solo algunos impactos. Se ha estimado que el turismo contribuye al calentamiento global con un 5 por ciento de las emisiones mundiales de CO2.

La mayoría de nuestros turistas está de regreso, febrero es la antesala de un nuevo año para la mayoría de los chilenos, autoridades incluidas, si bien es cierto para muchos por los incendios y las emergencias no hubo respiro, para la mayoría estos días tienen el significado claro de reasumir funciones, enfrentar los desafíos de un nuevo año laboral y renovar la esperanza de quedar más cerca de la metas de cada uno, no es poco esfuerzo.

Todavía es tiempo de evaluar que fue de la experiencia de cambiar de ambiente, para muchos la oportunidad de conocer lugares nuevos o reencontrarse con los mismos lugares favoritos y entrañables, para ambos debe haber sido una ocasión para apreciar en qué hemos cambiado los chilenos, ya que si bien es cierto los paisajes pueden haber cambiado un poco, con frecuencia los visitantes sí han cambiado y mucho.

Además de las carretas superpobladas, de los locales repletos, de las largas esperas por combustible, o por cualquier cosa, uno de los factores más evidentes es que los chilenos hemos experimentado un lento, pero notorio proceso de mutación, del chileno quieto y de bajo perfil, por lo general paciente y en silencio, a un personaje demandante, autorreferente y agresivo, con las debidas excepciones, que siempre hubo, solo que ahora son más escasas.

El chileno turista, salvo que lo estén controlado muy de cerca, no tiene demasiados reparos a la hora de ignorar el manual de buena conducta, olvidando que los viajes y el turismo deben concebirse y practicarse como un medio de desarrollo personal y colectivo, una posibilidad de autoeducación, de tolerancia mutua y aprendizaje de las legítimas diferencias entre pueblos y culturas y de su enriquecedora diversidad.

Ya de regreso podría ser interesante observar cuanto de las reglas del turismo sustentable fuimos capaces de cumplir y con esa base planificar el cuidado del patrimonio cultural de nuestra región y del país.

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