Tal como quedó una vez más en evidencia durante el mega incendio que en enero asoló a Chile y nuestra región, nuestros bomberos, "chicos buenos", son una suerte de monumento social, voluntarios que realizan una labor de mucho riesgo, de gran sacrificio, donde la vocación y el espíritu de servicio a la comunidad están primero que cualquier compromiso personal.
Si hay actores de la comunidad que tengan un respeto y agradecimiento transversal son precisamente ellos. Es posible que tengan ahora menos presencia en la imaginería colectiva, al tener que competir en las inteligencias nacientes con otras imágenes poderosas y ficticias, por lo tanto, los niños, los jóvenes de mañana, tienen la opción de elegir otros héroes.
Sin embargo, para muchos adolescentes, la índole de la tarea de los caballeros del fuego resulta altamente convocante, satisface su natural tendencia al idealismo, a la generosidad y al servicio generoso a los demás. Por supuesto, no es la marca común de todos los adolescentes, y por eso mismo los que terminan incorporándose resultan mucho más admirables. Se les puede ver en sus uniformes en parte heredados, no siempre de la talla que corresponde, pero jamás más grande que su orgullo de vestirlos.
Se pasan la vida en eso, a muchos la fuerza de la entrega, la vocación de servicio, es casi la única fuerza que les queda, después de tanto servir, de prestar desinteresada ayuda, a algunos es necesario ayudarlos, expresar materialmente con una pensión el apoyo en sus últimos años, para dejarles disfrutar de sus recuerdos con la evidencia que esta vez Chile no ha sido ingrato.
PROCOPIO