Para el mundo de la educación es un imperativo la capacitación en nuevas y diferentes competencias. Mientras se ocupa el tiempo en reformas de difícil detalle, el mundo avanza sin pausa alguna.
Una de las diferencias no tan sutiles con el primer mundo en relación con los aspiracionales, es su visión de futuro, que, si bien compartida, tiene, en cambio, acompañada la iniciativa para hacer algo al respecto. Es decir, además de visualizar lo que el futuro depara, se actúa para estar al ritmo de los cambios, salir de la raya antes del disparo. En ese contexto se encuentra la innovación avanzada y los cambios dramáticos en la manera de enfrentar las transformaciones.
Las llamadas revoluciones industriales, resultantes de una nueva tecnología, se suceden unas a otras, a finales del siglo XVII fue la máquina de vapor, la segunda, alrededor de 1850, trajo la electricidad y permitió la manufactura en masa, la tercera ocurre un siglo más tarde. A mediados del siglo XX, con la llegada de la electrónica y la tecnología informática de telecomunicación. Esta vez, serán los robots integrados en sistemas ciberfísicos los responsables de una transformación radical, una evolución que los economistas han denominado la cuarta revolución industrial, o Revolución 4.0.
Se ha ofrecido cinco indicadores claves para entender sus implicancias; la primera es su establecimiento en las agendas gubernamentales, la segunda es que requiere tecnología, que combina infraestructura física con software, sensores, nanotecnología y tecnología digital de comunicaciones. Los laboratorios y empresas de punta, en algunos países europeos y EE.UU, concluyen en el potencial de aporte productivo a la economía mundial en cifras de decenas de billones de dólares y un cambio completo en el mundo del empleo.
Para el común de los mortales, aunque ilustrados, los procesos involucrados parecen propios de la ciencia ficción; sistemas robóticos, que combinan maquinaria física y tangible con procesos digitales, capaces de tomar decisiones descentralizadas y de cooperar entre ellos y con los humanos. A diferencia de las otras revoluciones, esta puede tener como diferencia la velocidad, el alcance y el impacto en los sistemas. Así, en Alemania, por ejemplo, se trabaja desde el año 2013 para llevar su producción a una total independencia de la mano de obra humana.
En la 46ª edición del Foro Económico Mundial (WEF) en Davos, en enero de este año, participaron alrededor de 2 500 representantes del mundo de los negocios, la política, la sociedad civil, la ciencia; se presentó un informe estimando que hasta cinco millones de empleos podrían desaparecer en tareas que pueden ser remplazadas por robots y softwares inteligentes de aquí al año 2020, en los ámbitos administrativos y operativos, tanto como en el contable o el sector de la salud.
Hay un proverbio budista útil para la reflexión que corresponde; "el hombre posee la llave para abrir el cielo, pero es la misma que abre el infierno", la dificultad reside en que la llave en cuestión no viene con instrucciones de cómo abrir una u otra puerta. Por una parte está la responsabilidad de la ciencia para saber hasta dónde se puede llegar en el reemplazo del ser humano, o el trabajador en este caso, y por otra, la más inevitable, que el mundo del trabajo ha de prepararse para esta evolución que no tiene escapatoria.
Para el mundo de la educación es un imperativo la capacitación en nuevas y diferentes competencias. Mientras se ocupa el tiempo en reformas de difícil detalle, el mundo avanza sin pausa alguna.