Sin consideraciones más sesudas, todo lo que logramos saber se podría definir como nuestro equipaje académico, de tal modo que cada uno tiene un conjunto de verdades en lo que le es propio, en profesión u oficio, más y otro puñado de verdades universales, que forman el andamio para lo que nos toca construir en este mundo cruel.
Sin consideraciones más sesudas, todo lo que logramos saber se podría definir como nuestro equipaje académico, de tal modo que cada uno tiene un conjunto de verdades en lo que le es propio, en profesión u oficio, más y otro puñado de verdades universales, que forman el andamio para lo que nos toca construir en este mundo cruel.
Parece un concepto fácil, trabajar con lo que es cierto, seguro, real. Pero como crecemos y cambiamos, del mismo modo puede variar la interpretación y el valor de ese equipaje. Por tanto, aunque sea la misma información, podemos usarla de otro modo con resultados diferentes, la misma experiencia, vista con otros ojos, aunque sigan siendo nuestros, no es la misma. Lo expresa, menos sucintamente, Kant, en Crítica de la razón pura; como somos imperfectos, imperfectas han de ser nuestras apreciaciones, variables, como lo que nos rodea y como nuestro mundo interior, no es el mismo cuando teníamos 20 años, por ejemplo.
Hay frases que indican la necesidad de estar en lo cierto, que algo sea confiable, que no sea engaño o mentira. Se ofrecen datos para el diagnóstico diferencial; la verdad espera, la mentira tiene prisa. La astucia requiere de vestidos, la verdad anda desnuda. Sacando de cada una de estas propuestas un pedazo, termina uno por entender que la búsqueda de la verdad, aunque sea una porción minúscula, requiere de paciencia, de humildad, de calma, de ausencia de soberbia.
Cuando alguien tiene una sola verdad, que no puede entender la verdad de otro, ha dejado de aprender, la verdad está sujeta a revisión, mala cosa si alguien insiste en tener la tarea terminada.
PROCOPIO