Editorial

La todavía inalterada brecha educacional

No hay prueba que compense ese factor indispensable; los aprendizajes necesarios para emprender con éxito estudios superiores. Si se quiere mejorar los resultados, hay que cambiar los procesos y los elementos relacionados con el rendimiento escolar y no los instrumentos que lo miden.

Por: Diario Concepción 02 de Enero 2017

Hay oportunidades en las cuales es permisible el uso de reductio ad absurdum, reducción al absurdo, que consiste en demostrar que una idea es cierta porque, de no ser así, lo contrario sería absurdo, ridículo, ilógico o evidentemente falso, sobre todo cuando la contraparte aboga por cuestiones de evidente fragilidad lógica.

Un excelente ejemplo podría ser quienes han decidido matar al mensajero, aquel que anualmente trae noticias de los resultados de la PSU, un parámetro de rendimiento académico, o inventario de aprendizajes, aborrecible por algunos políticos y opinólogos, porque discrimina a los estudiantes de los colegios vulnerables, lo cual quiere decir que sin la prueba o con pruebas de otro tipo, la discriminación deja de existir. Una proposición de magnífica inconsecuencia, ya la prueba no discrimina, solo informa de tremendas diferencias entre los estudiantes chilenos, no hace otra cosa que poner de manifiesto que algunos logran competencias adecuadas para estudios superiores y otros han terminado sus años de estudios con falencias apreciables.

No hay prueba que compense ese factor indispensable, los aprendizajes necesarios para emprender con éxito estudios superiores. Si se quiere mejorar los resultados, hay que cambiar los procesos y los elementos relacionados con el rendimiento escolar y no los instrumentos que lo miden, no se baja la fiebre quebrando el termómetro o cambiándolo por otro que no mida la temperatura.

Un senador de la República concluye que "la PSU ha profundizado la desigualdad en el acceso a la educación superior, especialmente en las universidades y llegó la hora de revertir esta situación con el proyecto de reforma a la educación superior", una reflexión de antología, que omite observar que la educación de los jóvenes chilenos es insoportablemente asimétrica y que hay que mejorarla al más alto estándar y no eliminar el instrumento que lo pone en evidencia.

Es cierto que la prueba puede ser otra y mejor, que se puede agregar modos de evaluar potencial, que considere factores diferenciales y habilidades blandas, pero al momento de emprender una carrera hay competencias exigibles y fundamentales, que de no estar llevan al fracaso, por brillante que sea la mente del estudiante, hay un insumo que debe tener y ese debe ser entregado como corresponde, más trabajo en serio que el simple decreto voluntarioso de eliminar una evidencia molesta.

Lo que irrita a algunos personeros políticos es que los resultados son acusadores, delatan una situación básicamente injusta que se refleja en las mediciones de esta naturaleza, no importa como sean formuladas, para el rector Valle, de la Universidad de Valparaíso, es "denunciar un país que deja al 90% de los jóvenes casi ligados a su suerte", agrega que de no darse los pasos que se requieren, Chile seguirá siendo de "aquellos países que tienen la vergüenza de contar con el sistema más segregador a nivel escolar y también a nivel de educación superior".

Para el ciudadano común, aquel que tiene estos jóvenes en su casa, viviendo la realidad concreta, cada día, es más evidente la diferencia social y económica que incide en los resultados de esta prueba y los entornos socioculturales de las familias que del mismo modo explican las competencias diferentes de los jóvenes.

Mientras no se acepte la complejidad de los factores involucrados, seguirá teniendo la culpa el mensajero.

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