En nuestra realidad, se percibe falta de control de la delincuencia, los planes para disminuirla, los recursos técnicos existentes no parecen tener impacto importante en la sociedad, y se impone la percepción de que si se arresta a los delincuentes, estos son prontamente puestos en libertad.
Un estudio de la empresa Alto Chile, que expresa como objetivo aportar a la sociedad buscando soluciones para disminuir pérdidas ocasionadas por delitos patrimoniales que afectan a las empresas, identificó un aumento de un 52% en robos y hurtos en el último mes del año pasado, con respecto al promedio entre enero y noviembre.
Puesto en dinero, esta cifra se traduce en pérdidas de 172 millones 682 mil 398 pesos en solo diciembre, en los que la especie de productos más cotizados corresponde a Artículos Infantiles, con un promedio de 256% por sobre el del año, una triste manera de medir el impacto de la Navidad. Lo que no está claramente dimensionado son los montos de pérdida para el ciudadano común, ese que con sus aguinaldos y economías, o el uso no siempre medido de sus tarjetas de crédito, trata de tener regalos para los suyos.
Tanto el intendente regional como el General de la Octava Zona de Carabineros, han expresado su preocupación para estas fechas, ante el evidente aumento de frecuencia y la agresividad de delincuentes, haciendo uso y abuso de las aglomeraciones y las circunstancias favorables para robar a los transeúntes, distraídos por su propia preocupación de encontrar lo que buscan en tiempo acotado. Actuando con prisas, con ladrones que, al acecho, tienen todo el tiempo del mundo.
Se suele reclamar acciones drásticas, como las implementadas en 1994 por el entonces alcalde de la ciudad de Nueva York, el republicano Rudolph Giuliani y su célebre aunque controvertida tolerancia cero, estas parecen simples a la primera mirada: énfasis en la prevención de crímenes, multiplicación de la presencia de policías en las calles, restablecimiento del vínculo entre la fuerza y la comunidad y especial énfasis en prevenir y perseguir determinadas contravenciones graves o delitos menores, como rayado mural o beber alcohol en la vía pública. Con ese concepto se bajó el índice criminal en Nueva York en un 77%, por lo que esa ciudad es considerada en el mundo como un paradigma en la lucha contra el delito urbano. El riesgo de esta política es, sin embargo, que existe la posibilidad de acciones abusivas o discriminadoras o de violencia innecesaria.
En nuestra realidad, se percibe falta de control de la delincuencia, los planes para disminuirla, los recursos técnicos existentes no parecen tener impacto importante en la sociedad, para peor, existen dos situaciones igualmente y desdichadamente rutinarias, la declaración de pronta captura y la frecuente información que delincuentes atrapados, si se les arresta, son prontamente puestos en libertad.
En nuestra ciudad, para nadie es un misterio que hay oportunidades para la delincuencia, para ejercerla y para hacerla prosperar, lugares probadamente peligrosos, sitios de acopio de jóvenes que no estudian ni trabajan, pero que sí tienen recursos para jugar y beber. Comercio ambulante claramente desregulado, galerías comerciales con mucha circulación e insuficiente seguridad, con numerosas vías de escape para delincuentes.
Es de agradecer la presencia de carabineros y la preocupación de las autoridades comunales, pero nada reemplaza el cuidado que obligadamente tenemos que tener cada uno de nosotros y la solidaridad para vigilar y proteger al prójimo cuando esto sea posible. Hay un factor faltante o mejorable, el aprender de nuevo a cuidarnos los unos a los otros.