Editorial

Vivir en sociedad

Por: Diario Concepción 21 de Noviembre 2016

Vivir en sociedad es un emprendimiento de complejidad extrema, de tan difícil ejecución que de haber otra opción hace tiempo que la abríamos adoptado, viviríamos cada uno a su propio aire. Si se insiste en vivir como lo hacemos, es porque las otras opciones son insostenibles o insoportables para seres humanos, en el fondo programadamente gregarios, e individualmente vulnerables.

El precio del derecho a vivir en comunidad, pequeña o extensa, es el mutuo respeto y acatar las normas que se han elaborado de común acuerdo, con el paso de las generaciones y como resultado de cambios y evoluciones, un producto siempre en revisión, como un interminable juego de ajedrez con reglas y piezas cambiantes.

A título de ejemplo, tenemos derecho, en función de la legislación, a vivir en un medio ambiente adecuado, lo que implica que nosotros mismos tenemos la obligación de no contaminar nuestro entorno, cuidarlo y educar en dichas prácticas a nuestros congéneres. Como en el caso de los derechos, estas obligaciones son nítidas en el plano teórico, pero su aplicación real depende de voluntades individuales y colectivas. A tal fin, los mecanismos coercitivos pasan por vías que la ley establece y que no pocas veces se omite hacer valer.

Por ahí parece pasar el problema mayor, que a lo bueno nos acostumbramos rápido y a lo difícil con extrema renuencia, cuesta un esfuerzo adicional pensar en los demás, recoger la basura, regar el pasto, barrer la acera, adornar el entorno inmediato, cultivar la belleza. Pero más difícil parece ser cuidar los modales, en alguna parte misteriosa ha de estar escondido el manual de las buenas costumbres. 

PROCOPIO
 

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