Editorial

Riesgos impensados de la calvicie

Por: Diario Concepción 09 de Noviembre 2016

Se podría creer que la lucha permanente de los varones para evitar la caída del recubrimiento piloso de la bóveda craneana se debe solamente a consideraciones de tipo estrictamente estético, para evitar que este fenómeno apocalíptico pueda identificar a los portadores como pertenecientes a una generación que debiera tener, al menos, la elemental elegancia de hacer mutis por el foro y dejar espacios abundantes e incontrarrestados al segmento juvenil de los colectivos sociales, más que dispuesto a hacer las cosas mejor que ellos.

Sin embargo, parte de esta lucha se debe al riesgo inminente de andar calvo por el mundo, presentado una parte del cuerpo con una apariencia que pudiera llamar a confusiones, como le sucedió a Esquilo, un dramaturgo tan griego como calvo, no por eso menos aguerrido, ya que había luchado y sobrevivido en batallas tremendas contra los persas, en Maratón, en Salamina y en Platea, así que un alfeñique ciertamente no era.

Se estima que escribió unas noventa obras. Comenzó siendo muy joven, pero sólo triunfó en los concursos públicos griegos el año 485 a. C., cuando tenía cuarenta años. Poco antes de su muerte, el oráculo le vaticinó que moriría aplastado por una casa, por lo que decidió residir fuera de la ciudad. 

El brujo tuvo un error de volumen, lo que le cayó encima, con consecuencias fatales, fue una tortuga que le dejó caer un águila, confundiendo la cabeza calva del genial dramaturgo con una roca – técnica aquilina para romper caparazones de tortugas con fines gastronómicos-. No se sabe si el caparazón de la tortuga se rompió, sí se sabe que Esquilo murió al instante. Aunque mejor habría sido que le hubiera caído una casa encima, por lo menos más digno.

Procopio
 

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