La trascendencia de la derrota de los comandantes de Napoleón en la batalla naval de Trafalgar fue enorme, resultó en la gradual y rápida pérdida de control de Francia sobre sus posesiones de ultramar, empezando por las lucrativas colonias azucareras de Santo Domingo, con un alzamiento liderado por el esclavo liberto Francois Dominque Toussaint, ya que la convención Nacional de la Revolución francesa había abolida la esclavitud. El asunto terminó con una sangrienta guerra civil y corte de cabeza de Francois. Napoleón restauró la noble tradición de la esclavitud en ese mismo momento. El incidente costó la vida a más o menos 300.000 personas.
Con las dificultades de los franceses para moverse por vía marítima, estrechamente controlada por el almirantazgo británico, pareció conveniente desprenderse de los enormes territorios que tenía en Norteamérica, que comprendían casi un tercio del mapa continental actual de EE.UU, en el centro, desde Canadá al golfo de México. Con su ya reconocida capacidad para contratos ventajosos, los flamantes y hace poco independientes norteamericanos, siempre atentos a una buena oportunidad, compraron a Francia esos 2 millones 146 mil kilómetros cuadrados en 15 millones de dólares, es decir a menos de ocho centavos de dólar la hectárea, un auténtico precio de liquidación.
Así que la batalla de Trafalgar, digna de recuerdo en el centro de Londres con la columna de Nelson en las alturas y los leones y la plaza, es además la circunstancia que desencadenó la suma de acontecimientos, con un río revuelto, con EE.UU como ganador de pescadores, con pocos escrúpulos y sin recordar que Francia había sido un fuerte apoyo en su lucha por la independencia. Business are business.
PROCOPIO