Fuera de las elecciones, la abstención, las marchas contra las AFP, no hay duda que otro gran tema consiguió hacerse espacio en la atiborrada agenda pública, ciudadana y de los medios de comunicación: la campaña #NiUnaMenos, una respuesta colectiva ante el estupor que ha producido el sistemático aumento de casos de femicidio en Chile, cada cual más horroroso que el anterior.
Fuera de las elecciones, la abstención, las marchas contra las AFP, no hay duda que otro gran tema consiguió hacerse espacio en la atiborrada agenda pública, ciudadana y de los medios de comunicación: la campaña #NiUnaMenos, una respuesta colectiva ante el estupor que ha producido el sistemático aumento de casos de femicidio en Chile, cada cual más horroroso que el anterior.
Pocos han quedado indiferentes frente a una discusión que va mucho más allá que una lucha de género, y que apela a un tema cultural arraigado como un quiste cancerígeno en nuestra sociedad.
En una primera aproximación superficial del tema, me pareció que la campaña difícilmente podría llegar al objetivo dialéctico de la causa, es decir, que efectivamente nunca tuviéramos que lamentar una muerte por manos de un asesino cobarde y abusador. La campaña está dirigida a la gente, que en su aplastante mayoría, jamás sería capaz de incurrir en un acto así. En cambio, ¿qué efecto podría tener en un desequilibrado capaz de lo peor? ¿Hará la campaña que desaparezcan esos monstruos capaces de cometer las peores atrocidades ayer, hoy y mañana?
Pero me equivocaba en lo más importante: el femicidio es solo una arista extrema por parte de una sociedad que sigue anclada a los prejuicios, a la ignorancia, y que en forma más o menos consciente, sigue relegando a la mujer.
Por estos días han aparecido en redes sociales, cientos de mensajes de mujeres dando testimonio de los abusos cotidianos y no siempre tan visibles, de un país que aún tiene fuertes resabios de machismo. Testimonios que visibilizan a gente que cualquier mujer puede ser víctima de violencia verbal o física, por el solo hecho de serlo. No hay duda que la campaña va por el buen camino, en la medida de que siga abriéndonos los ojos respecto a una realidad que nos hemos negado a ver por demasiado tiempo.
PIGMALIÓN