Editorial

Cuidado y cultivo de la clientela

Se la ha señalado como una mala práctica que un político tenga clientela, el colectivo de personas que ha sido fidelizado hasta convertirlo en su soporte, acrítico y aplaudidor sistemático y entusiasta, dispuesto a levantar banderas y repartir promesas impresas en gloriosos colores, mediante una sabia distribución de favores o bienes materiales, de pequeña o considerable magnitud, dependiendo del peso específico de cada cliente.

Por: Diario Concepción 17 de Octubre 2016

Se la ha señalado como una mala práctica que un político tenga clientela, el colectivo de personas que ha sido fidelizado hasta convertirlo en su soporte, acrítico y aplaudidor sistemático y entusiasta, dispuesto a levantar banderas y repartir promesas impresas en gloriosos colores, mediante una sabia distribución de favores o bienes materiales, de pequeña o considerable magnitud, dependiendo del peso específico de cada cliente.

La práctica está consagrada por la historia, los clientes, cuyo sentido en latín es "acatar" u "obedecer", eran los miembros de clases inferiores agregados a las familias patricias y bajo la protección de ellas. 

El mantenimiento de las obligaciones recíprocas entre cliente y patrón se manifestaba cotidianamente con la costumbre denominada salutatio matutina, que obligaba al cliente a madrugar para acudir a casa de su patrón para saludarle, después de esperar y andar a codazos con otros clientes, recibía comida, dinero o algún regalo; la sportula, el antecesor de las canastas que se reparten a los trabajadores para el Año Nuevo. Los clientes estaban a disposición del patrón, acompañarle a algún acto público, donde estaba obligado a manifestarle su aprobación y concurrir con su voto al momento de elecciones. 

Por muy molesto que fuera para el patrón mantener este ritual cotidiano, desatender las quejas y peticiones de sus clientes, era considerado una pérdida de reputación, un asunto que actualmente parece no preocupar demasiado, ya que se puede buscar nuevos y verlos solo de vez en cuando, sin perderlos, porque de la esperanza también se vive y en una de estas el patrón cumple con lo que ofrecía. Puede que resultemos ser los romanos de Sudamérica.

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