Hay palabras consagradas por la historia del lenguaje, que dejan en evidencia la edad de lo que pretenden describir.
Hay palabras consagradas por la historia del lenguaje, que dejan en evidencia la edad de lo que pretenden describir. Tener un cargo que no demande esfuerzo, muy bien remunerado y altamente prestigioso, por ejemplo, el sueño dorado de quien tiene buenos padrinos, o poderosos deudores. En nuestro real diccionario de la lengua, este empleo, que no ocasiona trabajo o que da muy poco que hacer, se describe como sinecura, un vocablo de las dos palabras latinas que vienen a significar sin cuidado o sin cuidarlo.
Los romanos, que ya sabían de este asunto, usaban la expresión beneficium sine cura armorum, esto es, beneficio sin cuidado de armas, término entonces viejo, con palabras derivadas aunque no aceptadas por el diccionario; sinecurismo y el sinecurista, un crítico de hace más de cien años, comenta; "No se ha de confundir a los retirados o jubilados con los sinecuristas. Los retirados son los que ya no trabajan, los sinecuristas son aquellos que no trabajaron jamás".
Estos cargos suelen ser la más poderosa de las retribuciones a la fidelidad política, o al apoyo incondicional en momentos de contienda partidaria, el botín de los ganadores. Para muchos sería una auténtica sorpresa, se intuye que para variar, nada buena, conocer el listado completo de estas sinecuras, sus creativas denominaciones de ingeniosa ambigüedad, quienes las ocupan y las rentas con las cuales son dotadas. Serviría, eso sí, para comprender en parte la tenacidad de los esfuerzos y el olímpico desapego a las necesidades del resto de las personas. Dejando aparte aquellos que en realidad luchan con vocación de servicio público, con los cuales pretenden confundirse.