Editorial

La peligrosa profesión de hereje

Por: Diario Concepción 12 de Octubre 2016

Nadar contra la corriente puede ser de alto riesgo, por mucho que a veces esa sea la dirección que haga falta. La situación tiene varios antecedentes históricos, pero uno muy iluminador es el episodio de los cátaros versus el Papa Inocencio III, quien organizó una cruzada para exterminarlos.

El problema principal, e imperdonable, era que los cátaros, comunidad cristiana del sur de Francia y norte de España, había denunciado antes que Lutero, que la jerarquía eclesiástica romana llevaba tiempo "salida de madre", haciéndose parte del mundo material y sometiendo a las gentes aprovechando su ignorancia, ya sea por amedrentamiento o por la fuerza. 

Como contraparte, proponían una concepción muy subjetiva de Dios: un ser luminoso y lejano, que no andaba por allí vigilando a los pecadores, sino esperando buenamente que los hombres buenos y las buenas mujeres decidieran por sí mismos llevar vidas justas y al final reunirse con Él. 

Una competencia, así de amenazante no era tolerable para el expeditivo Inocencio, les declaró la guerra a muerte y les echó sus mejores y más fanáticos predicadores y sobre todo sus capitanes más carniceros, con la orden "mátenlos a todos, Dios reconocerá a los suyos", indicación con la cual resuelve las dudas de sus soldados al tomar por asalto la ya vencida ciudad de Béziers, el 22 de Julio de 1209 y que querían distinguir a los cristianos, de los herejes. Con esa sencilla y explícita instrucción, todos los habitantes, mujeres, niños, unas 20.000 almas, fueron masacradas.

A pesar de intentos de algunos para actuar de modo parecido, en la actualidad se trata de resolver diferencias con métodos menos expeditivos.

PROCOPIO

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