Editorial

El agotamiento de lo políticamente correcto

Las respuestas inesperadas pueden tener su origen en una incapacidad creciente de la clase política convencional para auscultar con certeza las necesidades de las personas y la manera como se espera que lleguen los mensajes.

Por: Diario Concepción 08 de Octubre 2016

Algo ha cambiado profundamente en la actitud de la gente común cuando es consultada en los temas transversales, o cuando tiene la oportunidad de expresar su opinión; el cambio consiste en que sus respuestas han dejado de ser predecibles, lo que se entendía como políticamente correcto parece no ser suficiente, más todavía, parece ser más bien antagónico con las reales necesidades y esperanzas del ciudadano de a pie. En diversas latitudes las respuesta de la ciudadanía ha sido sorpresiva, desafiando la predicción de los politólogos más avezados, su reacción ha remecido la hasta aquí confortable seguridad y dominio de los operadores de la política.

Los mismos clubes de expertos y consultores han sido sorprendidos, respuestas no esperadas, como el voto colombiano por el no al acuerdo de paz, el triunfo del Brexit en la mesurada y racional Gran Bretaña, o en Estados Unidos en vísperas de la elección presidencial, por un candidato sui generis.

Examinando el caso más cercano, el presidente Juan Manuel Santos cosechó un estruendoso fracaso, a pesar del uso intensivo de los recursos del Estado para promover el Sí y el apoyo de la inmensa mayoría de los medios de comunicación y de la comunidad internacional, incluido el Papa Francisco. Todos los sondeos de opinión sin excepción habían apuntado a un triunfo del Sí por un amplio margen.

En EE.UU, Donald Trump, tildado de xenófobo, racista, inexperto y surrealista, con millones de personas que lo siguen apoyando a pesar de su falta de experiencia política, sus planes de construir el muro anti mexicanos, o castigar a sus empresarios compatriotas que inviertan en otros países. El mundo político convencional tradicional estimaba que con solo alguna de estas propuestas era suficiente para hacerlo inviable.

Lo políticamente correcto era el triunfo por la paz, el volver a la normalidad de un país con centenares de miles de muertos a consecuencia de una guerrilla de medio siglo de duración. Lo políticamente correcto es una distancia irremontable entre una candidata que, aún impopular, reúne todas las condiciones del establishment norteamericano sobre un rival que parecía susceptible a la ironía, sino al sarcasmo.

Las respuestas inesperadas pueden tener su origen en una incapacidad creciente de la clase política convencional para auscultar con certeza las necesidades de las personas y la manera como se espera que lleguen los mensajes. El acuerdo para la paz del gobierno de Colombia con las Farc, no tomó en cuenta el fuerte sentimiento de dolor de la población afectada, que pasaba a ser una suerte daño colateral, por importante que sean las metas a largo plazo. Para los políticos norteamericanos la causa puede estar en un candidato que no tiene pelos en la lengua, que hable en el lenguaje cotidiano y que ofrezca ilusiones largamente anheladas, por inalcanzables que sean, el retorno al viejo sueño americano.

La pérdida de la confianza y el respeto a muchos políticos nacionales tiene orígenes similares, la falta de armonía entre sus ambiciones y prioridades, con las reales esperanzas de las personas, el lenguaje repleto de frases para el bronce, insincero o confuso. La falta de valor para luchar por lo que es necesario y urgente, porque el precio en votos es demasiado alto, por el temor a lo políticamente incorrecto, que es a veces exactamente lo que habría que hacer.

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