Por décadas, la Plaza Perú fue reconocida como un ícono del urbanismo local. Sin embargo, en lo que va del siglo XXI, se ha hecho evidente su deterioro, que ha sido literalmente tomado por jóvenes, tanto como punto de encuentro obligado de las movilizaciones y en calidad de epicentro del "carrete" informal, para desgracia de los vecinos.
Por décadas, la Plaza Perú fue reconocida como un ícono del urbanismo local. Sin embargo, en lo que va del siglo XXI, se ha hecho evidente su deterioro, que ha sido literalmente tomado por jóvenes, tanto como punto de encuentro obligado de las movilizaciones y en calidad de epicentro del "carrete" informal, para desgracia de los vecinos.
El urbanismo tiene como principio el que la comunidad viva y aproveche los espacios públicos, pero lo que semana a semana ocurre en la Plaza Perú dista mucho de ser un ideal teórico, cuando la utilización del espacio parece responder más a los apetitos de destrucción y al desprecio por lo que otros se han esforzado en levantar, mantener y hermosear.
Un ejemplo reciente: el viernes 16, cientos de jóvenes se reunieron en la Plaza a celebrar el inicio de las Fiestas Patrias, festejo obviamente asociada al consumo intensivo de alcohol en la vía pública, entre otras substancias. Nada muy distinto a otros fines de semanas, aunque en mayor escala. ¿Resultado? El tradicional barrio penquista no solo amaneció convertido en un basural y sus galerías en urinarios: además, los muros de los edificios residenciales y comercios del sector terminaron con sus muros y cortinas de seguridad llenas de rayados, reparación que los residentes deberán pagar de sus bolsillos, quienes hoy emplazan hoy a las autoridades a cumplir con su compromiso de aumentar la vigilancia en el lugar.
De momento, parece natural que las nuevas generaciones se refieran al sector como "la Perú", despojándole de la dignidad del concepto plaza. Dignidad que, ciertamente, esperamos que algún día recupere este otrora tesoro del urbanismo penquista.