Si hay una monografía incompleta, ésta debe ser aquella que trata de resumir la idiosincrasia del chileno, en general, más seguramente inacabada si se tratara de definir la idiosincrasia de chilenos y chilenas en particular. Terreno abonado para toda suerte de discrepancias y más todavía si estas características fueran tratadas por extranjeros visitantes o países de difícil hermandad vecinal.
Como hecha la ley hecha la trampa, la idiosincrasia se puede emplear laxamente para justificar toda suerte de chambonadas, defectos, malas mañas y palabrotas, todas causadas por esa poderosa fuerza contra la cual, fatalmente, no hay nada que hacer, estamos en las manos del destino, se trata de la insoslayable, mitológica y hereditaria idiosincrasia chilena.
Incluye de todo, puede salir en la cocina, en un diluvio de chicha, vino, los porotos con rienda, el tomaticán, el ajiaco, el pebre y el pan amasado, el pan de huevo, los empolvados y los chilenitos, más la cazuela chilota, curanto y el caldillo de congrio, este último con Pablo Neruda incluido, o del lenguaje, como todas las conjugaciones de los verbos terminando en "-í" , con los plurales sin las eses finales, más "la" palabra chilena, chilenismo, ya incluida en el Diccionario de la Real Academia, abusada parte del vocabulario cotidiano, como verbo, en todas sus conjugaciones, como sustantivo y como adjetivo. También se puede utilizar para ambos géneros, femenino y masculino, con sus respectivos diminutivos.
Las descripciones de los extranjeros, sobre todos los más próximos, no suelen ser tan amables, por no describirlos como lapidarios, pero sirven de pauta para tratar de mejorar pecados inconfesos y características insoportables.
PROCOPIO