Todos hemos tenido la oportunidad de reunirnos con los compañeros de antes y mirar de nuevo la realidad que puede verse ahora distinta a cuando éramos jóvenes. Puede ser que los tiempos nos hayan cambiado, que los sueños de entonces no tengan igual validez, que haya otras sensibilidades cuando los recordemos; los sueños olvidados, los sueños postergados, los sueños desechados.

Siempre es una idea excelente detenerse un momento para verificar la carta de navegación, sobre todo cuando por esas cosas de la vida estamos al trote. Un buen punto de partida para ese momento, podría ser un recuerdo de los que queríamos hacer con nuestras vidas, en los tiempos de los inicios y los planes para el futuro. Teníamos una idea de cómo podría ser nuestra vida una vez egresados, la búsqueda de un lugar donde demostrar lo buenos que éramos, a lo mejor una esperanza de salir a estudiar por allí, para agregar valor, como se dice ahora, para perfeccionarse, como se decía entonces.

Y de ese modo empezamos y del mismo modo como ahora se nos escapan las semanas, entonces pasó el tiempo y algunas cosas sucedieron y otras no. Sueños cumplidos, sueños frustrados y otros que ni habíamos soñado y que aparecieron de repente, para cambiarnos el rumbo primeramente e ingenuamente establecido, siendo llevados por el famoso río de la vida del no menos famoso San Agustín.

Encontrarse con los compañeros de antes, es encontrarse con lo que fuimos, recordar, mirarnos a la distancia, con su ayuda. Hay allí de todo, de buenas y malas cosas, de aplausos y rechiflas, de orgullos y vergüenzas. Hay que aprovechar para hacer un balance ya que casi siempre hay un espacio para hacer algo al respecto.