Es muy posible que para muchos connacionales esté en el olvido que el descubridor de Chile no fue Pedro de Valdivia, sino Diego de Almagro. Si no hay mucha memoria con respecto a este primer arrepentido, puede que esté más olvidado aun el primer explorador de este hermoso país con vista al mar; Gonzalo Calvo de Barrientos.
Se le encuentra como soldado en el Perú, allí, en un oscuro episodio, fue acusado por robo y juzgado por Francisco Pizarro, quien le hizo cortar una de las orejas para escarnio público, motivo por el cual se le llamó "el Desorejado".
El pobre Gonzalo le pidió a Atahualpa, que le enviase a alguna parte de su reino, la más remota, el Inca lo envió a la parte más lejana y escondida del sus dominios, o sea a Chile. Calvo de Barrientos se internó por el desierto atacameño hacia el sur acompañado de la ñusta Cuxirimay, no demasiado mal, ya que las ñustas eran princesas en el Imperio Inca.
Llegaron a la desembocadura del río Aconcagua donde fueron acogidos por los caciques Tangalonco y Michimalonco. El desorejado adoptó la forma de vida indígena y estaba de lo más contento hasta la llegada, en 1536, del adelantado Diego de Almagro.
Gracias a Gonzalo los indios acogieron bien a los españoles, hasta que estos se pusieron abusivos y tropezaron con los mapuche, Almagro y sus pocas huestes lo pasaron sumamente mal y sin oro, pero con muchos malos ratos, regresaron Perú.
Gonzalo no les acompañó "y como estaba echo a la vida de los indios se volvió a ellos", haciendo el primer aporte al mestizaje, sin problemas con la oreja faltante, que no sirvió ni siquiera como escarmiento, de tal manera que la apropiación de lo ajeno se quedó por allí, como costumbre indeseable.
PROCOPIO