La evaluación de los profesores es indispensable si se quiere avanzar hacia la calidad, en este crítico ámbito de la educación y en cualquier otro. Negarla, desvalorizar los instrumentos, quebrar los termómetros, son solo maniobras inútiles, intentos inválidos de negarse a la realidad que de un modo u otro termina por hacerse evidente.
Posiblemente, debido al ensimismamiento de los chilenos ante sus propios y numerosos problemas derivados de las numerosas iniciativas de cambio y sus impredecibles efectos, no se ha mencionado tan frecuentemente como antes el concepto de globalización, que aunque desplazado de la atención cotidiana, está allí mismo, con problemas que resultan versiones especulares a los de la realidad nacional, como ocurre con la evaluación del profesorado y las inevitables comparaciones del modo cómo se evalúa a los maestros en los países con la mejor educación del mundo.
En los último meses, miles de maestros han manifestado su oposición a la reforma de la educación propuesta por el gobierno de México, que contempla esta medida y se niegan a ser evaluados, de tal manera que la reforma educativa que el gobierno promulgó en 2013 está bloqueada y ha causado violentas protestas, como ha ocurrido en otros países, Chile incluido.
En una entrevista para la BBC Mundo, Cristián Cox Donoso, experto en estrategia docente de Oficina Regional de Educación de la Unesco, subraya que "la mayoría de los países con buenos resultados educativos evalúa a sus profesores". Un proceso que es obligatorio y formal en los países asiáticos, como es el caso de Shanghái, Singapur, Hong Kong y Japón, quienes encabezan el más reciente informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (Pisa), en el que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) compara el desempeño en matemáticas, ciencia y lectura de medio millón de alumnos de 15 años en 65 países.
En general, lo que se evalúa contempla un amplio rango de factores, como la integridad profesional o los valores del maestro, además de sus competencias específicas, un proceso que incluye la autoevaluación, cuestionarios a los colegas, a los alumnos y a los padres, y que además considera los premios y distinciones que el docente haya recibido, más los resultados académicos de sus alumnos. Es interesante consignar que en cada centro escolar se toma igualmente en consideración las iniciativas pedagógicas que el maestro pone en marcha, las contribuciones a sus colegas y su relación con los padres de los alumnos y con las organizaciones comunitarias.
En América Latina el país que lleva más años evaluando a sus maestros es Chile, una medida que se aprobó en 2006 tras una larga negociación con los sindicatos y ahora, con la promulgación de la Ley de la Carrera Docente este año, contempla evaluar no a los maestros del sistema público, sino también a los demás. Según la información del experto aludido, además de Chile y del polémico proceso que se trata de implementar en México, Colombia también ha puesto en marcha un proyecto piloto de evaluación docente y Perú llevó a cabo el primero proceso 2015, concluyendo que "la política de profesionalización docente supone inevitablemente implementar la evaluación de maestros".
La evaluación de los profesores es indispensable si se quiere avanzar hacia la calidad, en este crítico ámbito de la educación y en cualquier otro, negarla, desvalorizar los instrumentos, quebrar los termómetros, son solo maniobras inútiles, intentos inválidos de negarse a la realidad que de un modo u otro termina por hacerse evidente. Formalizar la evaluación es una garantía de que las tareas se están haciendo como es debido, una circunstancia intransable en la educación de los niños.