Para la sabiduría de encontrar un punto de equilibrio entre extremos hay una frase vieja aurea mediocritas, el dorado punto intermedio. Para casi todo lo demás, mediocre da a entender claramente que no es de una buena calidad, de tal manera que si una persona es descrita de esa manera, sin duda que se refiere a una valorización de poca estima, o derechamente despectiva.
Peor aún, quiere decir que tiene tan poco valor que ni siquiera alcanza a ser mala. Por eso describir a una persona, cosa, propuesta o iniciativa, como mediocre, es un asunto lastimoso, un vocablo que se utiliza en todos los ámbitos y siempre conlleva un juicio de cierta manera peyorativo: es estar a medio camino.
El hombre que se encuentra en esta condición ha sido descrito lata, pero cabalmente, por José Ingenieros, en un libro de principios del siglo pasado, "El hombre mediocre"; aquel que es incapaz de utilizar su imaginación para forjar ideales para luchar por un mejor futuro. Por esa razón acepta la rutina, los prejuicios y conforma un rebaño al que sigue sin cuestionar nada. Vive de acuerdo con lo que le conviene y como su vida se transforma en algo acomodaticio, se transforma en un ser vil, cobarde y escéptico. No acepta ideas que no sean las tradicionales, las que ha recibido desde siempre. Debido a la envidia, se enfrenta al idealismo, ya que sabe que su existencia depende de que un idealista no sea reconocido y se coloque por arriba de él.
Lo malo del libro es su extremismo, puede ser que ese sea el mediocre perfecto, pero hay mediocres, mediocres, los que no son tan poca cosa como el mediocre químicamente puro y por eso deben ser más abundantes, de hecho no es demasiado difícil tropezarse con alguno.
Procopio