Los interesados llevan mucho tiempo justamente convencidos que hay palabras tan viejas, que su origen se pierde en el tiempo, nacidas en una lengua muerta y recogida por otra que también ha desaparecido y que la ha dejado de herencia la que sigue.
Los interesados llevan mucho tiempo justamente convencidos que hay palabras tan viejas, que su origen se pierde en el tiempo, nacidas en una lengua muerta y recogida por otra que también ha desaparecido y que la ha dejado de herencia la que sigue. No falta la gente que encuentra en esta situación un fascinante atractivo. No es necesario ser sarcástico, de todo hay en la viña del Señor.
Una en particular, no solo sigue viva ahora, sino que parece estar lista para transformarse en recurso indispensable. Se trata de la palabra pitonisa que proviene del latín y éste de un vocablo griego, con el nombre antiguo de Delfos; pytho y las actividades de pythia, una sacerdotisa que predecía el futuro en el oráculo dedicado a Apolo, que se encontraba justamente en Delfos, Grecia.
Con esos antecedentes, la inefable Real Academia Española da como su definición de pitonisa a quien predice el futuro, o descubre lo oculto y acierta en lo que quiere decir un enigma.
El oráculo se celebraba el día 7 de cada mes. Después de haber realizado un sacrificio en el altar que había adelante del templo, se pagaba la consulta en oro constante y sonante. La pitia bajaba al subterráneo de una gruta y aspiraba los vapores que salían de una hendidura, para llenarse del aliento de Apolo, entraba en trance y pronunciaba sus oráculos, ambiguos, que los sacerdotes comunicaban e interpretaban a los consultantes.
Todavía los atributos de las pitonisas son altamente valorados y ejercidos por miles de falsos pitonisos y pitonisas, pero es tanta la necesidad de saber qué nos depara el futuro que aún tienen fieles seguidores, escriben libros best sellers y no pocos siguen exitosas y muy bien remuneradas carreras políticas.