El nivel de violencia perpetrado en las escuelas, en las últimas décadas, es una preocupación compartida a nivel internacional. En muchos países, ha llevado a establecer políticas educativas para diagnosticar niveles de violencia escolar e introducir programas de prevención.
Bien puede ser otra de las características de la idiosincrasia nacional. Subvalorar la existencia de hechos vergonzosos o humillantes, como la violencia escolar, sin importar lo inconveniente de ocultar situaciones que deben ser erradicadas y que se prolongan, precisamente, porque no son puestas bajo el escrutinio de las comunidades con todas las luces prendidas.
Esta forma de comportamiento ocupa un lugar considerable en debates de diversas instituciones especializadas, cuyos esfuerzos han mostrado abordajes a la prevención y reducción de la violencia interpersonal de tal manera que estos están experimentando una considerable transformación.
Con iniciativas como estas, en mayo de 2014, la 67ª Asamblea Mundial de la Salud adoptó una resolución histórica: solicitó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que preparara el primer plan de acción global para asegurarse que los sistemas de salud respondieran a la violencia de manera efectiva, enfatizando la reducción de la violencia letal, la eliminación del abuso y tortura contra los niños, la erradicación de la violencia contra la mujer, entre otras problemáticas.
El nivel de violencia perpetrado en las escuelas en las últimas décadas es una gran preocupación compartida a nivel internacional. En muchos países, se han establecido políticas educativas para diagnosticar los niveles de violencia escolar e introducir programas de prevención de violencia. En otros, la política pública ha involucrado la acción parlamentaria, tal es el caso de Chile, cuyo poder legislativo aprobó una Ley de Violencia Escolar en 2011.
Por lo general, las narraciones de los medios en circunstancias de violencia se enfocan en los niños directamente involucrados y el tipo de circunstancias propias del recinto escolar que explicarían los hechos de violencia. Actualmente, en Chile, el 86% de los escolares dice ser constantemente testigo de violencia en sus colegios, un 13,5% se siente no muy seguro o nada seguro en la escuela.
Sin embargo, el factor mayor opera en el nivel del entorno social o familiar. Los especialistas concluyen que la violencia en la escuela es el reflejo de la sociedad, de la cual la escuela es parte. Se ha seguido viendo a los recintos escolares como un mundo aparte, como si los niños estuvieran en un lugar inocente, no involucrado en el acontecer social, y en realidad nadie está a salvo. Estudios del Ministerio de Educación señalan que un 7,6% de estudiantes de colegios particulares pagados, un 9,8% de subvencionados y un 12% de municipales, admite haber sufrido bullying o intimidación por parte de sus compañeros.
Por su parte, la última medición a cargo la Superintendencia de Educación indicó que las denuncias de maltrato escolar aumentaron en un 25% respecto al año anterior. El Colegio de Profesores, además, ha denunciado que existe violencia cruzada, ya que los apoderados también agreden a los docentes verbal o físicamente, responsabilizándolos del rendimiento conductual y académico de los estudiantes. Una encuesta del Ministerio del Interior arrojó que el 11,8% de los profesores han sido agredidos de manera física o verbal en su trabajo.
No es el tipo de asuntos que se puede ubicar, hasta nuevo aviso, debajo de la alfombra.