El gobierno de las universidades ha sido siempre un premio mayor, ya que conquistada por gente con intenciones, las que sean, se presta para dar un enorme poder a esas intenciones, haciendo más abuso que uso de las inteligencias que allí se cultivan.
Es conocido el proceso y juicio de fray Luis de León, un episodio que se desata tan pronto ocupa una cátedra de Teología en la Universidad de Salamanca en 1572, que resulta en ser enviado a las cárceles de la Inquisición entre 1572 y 1576.
El ambiente de crispación en esa universidad venía de lejos. A él contribuye el sistema de oposiciones a cátedras, en las que intervenía decisivamente el voto de los alumnos, con un complejo sistema de recuento en el que había que considerar la calidad del votante, es decir, el haber cursado más o menos cursos; era frecuente la formación de grupos de presión, y los sobornos y fraudes no eran extraños. Junto con ello, la polarización en la Facultad de Teología entre agustinos y dominicos, generaba conflictos y rencillas personales. Es el mundanal ruido que constituye el entorno vital de fray Luis.
Las acusaciones tienen que ver con cuestiones relativas a la autoridad de la iglesia, ya que fray Luis había traducido al romance textos en latín, como el Cantar de los Cantares, lo que podía introducir ideas diferentes o peligrosas.
Durante los cuatro años largos que dura el proceso, hubo seguramente días de flaqueza y de miedo y desesperación por la lentitud de la burocracia y la maldad de sus acusadores, pero al final puede volver a su cátedra, inicia su clase con la frase dicebamus hesterna die; como decíamos ayer. La universidad continúa.
PROCOPIO