La calificación insatisfactoria de nuestros políticos en cuanto a la opinión que de ellos tienen los ciudadanos, no parece haberles afectado. Puede ser que la proverbial resistencia a las críticas, a la alusión a una particularmente resistente estructura del epitelio facial, les haga sentirse invulnerables, pero es preciso insistir que a pesar de que obtengan sufragios suficientes como para resultar elegidos, o reelegidos, no quiere decir necesariamente, que los votantes estén satisfechos, ya que en realidad muchas veces no tienen opción verdadera, salvo olvidarlos.
Se les observa cambiando de opinión, conceder, abrirse a, considerar factible, abiertos a, diversas introducciones para cambiar de idea o convicciones, que muchas veces habían sido expresadas con inflexible vehemencia. Para los menos expertos observadores, una asombrosa capacidad para digerir tropiezos. El escritor mexicano Carlos Fuentes es el autor de la frase "quien se mete a político tiene que aprender a tragar sapos sin hacer gestos", refiriéndose a que este quehacer puede estar lleno de imposturas, traiciones y ausencia de ética civil.
Vamos a entrar, nuevamente en la agitada atmósfera electoral, como la esperanza es lo último que se pierde, se podría insistir en lo deseable que sería un cambio en el modo de hacer política, actuar con la verdad de la mano, visiblemente, consecuente con los principios, sin aéreas tenebrosas, transparentemente, que en la acepción de la Real Academia de la Lengua se trata de describir la característica de un cuerpo que deja pasar la luz y permite ver a través de su masa lo que hay detrás.
Sería de agradecer no obligarnos al retorcido aprendizaje de cómo ver bajo el alquitrán.
PROCOPIO