Un reportaje periodístico describe una de esa situaciones de manera bastante cruda, al tener el testimonio, de una profesora egresada hace 10 años de Pedagogía en Historia de una universidad acreditada y prestigiosa, quien confiesa estar arrepentida de haber estudiado.
Un reportaje periodístico describe una de esa situaciones de manera bastante cruda, al tener el testimonio, de una profesora egresada hace 10 años de Pedagogía en Historia de una universidad acreditada y prestigiosa, quien confiesa estar arrepentida de haber estudiado.
No hay dudad alguna que el actor más relevante en el proceso de aseguramiento de la calidad educacional es el profesor, el factor humano que puede hacer toda la diferencia aun cuando los otros elementos de la fórmula están actuando en sentido contrario. La calidad, el compromiso y la voluntad de los maestros pueden ser suficientes para sacar a un curso entero adelante, por sobre los inconvenientes.
En todo el largo proceso, todavía inconcluso, de le reforma educacional, los profesores y sus procesos formativos, han ocupado la atención en forma ocasional, más bien para resolver situaciones gremiales, cuando sin tener resuelta a cabalidad la situación de este segmento crítico, no puede asegurarse que el proceso educativo alcance las cotas que de él se esperan para el desarrollo sustantivo del país.
Un reportaje periodístico describe una de esa situaciones de manera bastante cruda, al tener el testimonio, de una profesora egresada hace 10 años de Pedagogía en Historia de una universidad acreditada y prestigiosa, quien confiesa estar arrepentida de haber estudiado; tiene solo trabajos horarios remunerados muy malamente y ha decidido abandonar su ámbito laboral, buscar otra opción.
Lamentablemente este caso representa un ejemplo del 44% de los profesores encuestados que no trabaja en las salas de clases, según una investigación de la empresa Laborum, un estudio de "Satisfacción Laboral" que encuestó a 9.800 profesionales egresados y titulados de 27 carreras universitarias.
El levantamiento de datos se cumplió en los últimos meses del año pasado, ante la pregunta si los profesores estaban ejerciendo su profesión en el trabajo que actualmente desempeñaban, el 60% de los encuestados con título de Pedagogía en Educación Física declaró no desempeñarse en el área. En segundo lugar, se ubicaron los profesores de Pedagogía en Historia, Matemática y Lenguaje: el 49,4% declaró no trabajar en el rubro, un auténtico contrasentido si se recuerda que son justamente esas áreas las que muestran los peores rendimientos de los estudiantes chilenos al compararlos con otros países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (Ocde).
El resultado esperado de la reforma es una redefinición del papel y posición en la sociedad de los maestros, no nuevos y mejor remunerados servidores públicos, sino recurso humano tan calificado como comprometido en devolverle a su profesión y a la educación chilena el perfil que antes tuvo, seleccionados para integrar una nueva generación de profesores, capacitados para asumir el compromiso de perfeccionamiento continuo y la gestión creativa del avance académico de sus estudiantes, efectivos y positivos agente de cambio.
La encuesta aludida tenía otros aspectos dignos de reflexión, si bien es cierto el 42% de los profesores consultados estaba dispuesto a dejar su profesión buscando una actividad que le ofreciera mejores expectativas salariales, el 38% lo haría buscando más oportunidades de desarrollo profesional.
Encubiertos por la interminable e inconducente discusión sobre gratuidad universal, en conflicto con la realidad económica, en la discusión sobre el lucro, que alcanza dimensiones bizantinas, el factor fundamental para conseguir calidad, el capital humano de la pedagogía, ha quedado para después, mientras otra generación de estudiantes egresan sin las competencias que hacen falta.