Con las prisas de la modernidad parecen haberse olvidado algunas virtudes fuertemente custodiadas por siglos, aunque por sus dificultades de cumplimiento han sufrido indiferencia y olvido, pero que resultan ser, si se les examina reflexivamente, lecciones perfectamente aplicables a acontecimientos recientes, cuando se observa el resultado de la ausencia de estas viejas virtudes cardinales, mediante las cuales se aseguraba llevar una vida conforme al buen juicio, a obrar correctamente.
Con las prisas de la modernidad parecen haberse olvidado algunas virtudes fuertemente custodiadas por siglos, aunque por sus dificultades de cumplimiento han sufrido indiferencia y olvido, pero que resultan ser, si se les examina reflexivamente, lecciones perfectamente aplicables a acontecimientos recientes, cuando se observa el resultado de la ausencia de estas viejas virtudes cardinales, mediante las cuales se aseguraba llevar una vida conforme al buen juicio, a obrar correctamente.
Desde antiguo se ha descrito estas cuatro virtudes, como condición indispensable para vivir apropiadamente, ya que cuando faltan se observan signos inquietantes, fáciles de reconocer y presentes agudamente en la actualidad, no las virtudes, sino las consecuencias de no tenerlas; prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Por arcaico que suene, en el fondo, aunque sea con otras palabras, a todos nos gustaría que esas virtudes estuvieran en el repertorio de quienes nos rodean.
Si la prudencia está ausente o es poca, falta la calma para adoptar la mejor decisión, actuar precavidamente a base del buen juicio; si la justicia no funciona como es debido, no se le da a cada quien lo que le corresponde, o los premios o los castigos. Si falta la fortaleza, si no se tiene la virtud del valor y la constancia para perseverar, es difícil lograr el bien que se busca. La cuarta no es menos exigente, la templanza, una virtud mediante la cual es posible gobernar y encauzar los instintos, tiene que ver con la sobriedad y la propia ética.
Para empezar sería recomendable hacer un repaso, personal y reservado, para ver en qué pie se encuentran estas virtudes en nosotros cuando actuamos cotidianamente en este valle de lágrimas.