Las familias y el profesorado están, algunos al menos, en dura lucha para limitar el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación por parte de los niños más pequeños, especialmente, el uso abusivo, que se ha posicionado como una de las principales causas de la aparición de nuevas enfermedades.
Las familias y el profesorado están, algunos al menos, en dura lucha para limitar el uso de las nuevas tecnologías de la comunicación por parte de los niños más pequeños, especialmente, el uso abusivo, que se ha posicionado como una de las principales causas de la aparición de nuevas enfermedades. El surgimiento de los libros digitales y la generalización de los teléfonos inteligentes, ha dado lugar a enfermedades desconocidas hasta ahora, como el dedo de Blackberry, un nuevo tipo de artrosis, a consecuencias de sobrecargar el pulgar. Además ha acentuado los diagnósticos de miopía, vista cansada o lesiones cervicales a causa de malas posturas.
En un congreso español reciente sobre el tema, una investigadora advierte que uno de los órganos de nuestro cuerpo que más sufre por este motivo es el ojo y que el sistema fisiológico no ha tenido tiempo a adaptarse a la tecnología, por lo que es necesario poner filtros.
Los otros filtros, puede que aún más necesarios, se refieren al tipo de información que llega por ese torrente indiscriminado, indiferente e irresponsable de las redes. Para los artistas de las técnicas digitales no hay rincón inaccesible, en términos realistas, no es posible poner barreras, salvo aquellas de los valores instilados en la formación de cada persona desde pequeños.
Hay, por cierto, una oportunidad de usar inteligentemente un celular homónimo para la entretención y las comunicaciones en la casa, pero es indispensable una consejería permanente en el aula. No puede ser que una de las herramientas más ágiles para ponernos en contacto con el presente y sus raíces en el pasado, al mismo tiempo que una invitación a la creatividad, se convierta en un arma de exterminio.