Hay bastante responsabilidad del Estado y de muchas empresas; acciones depredadoras que no fueron detenidas en su momento, brechas en la legislación que permiten abusar con la naturaleza... Pero también hay una responsabilidad grande en cada uno de nosotros.
Hay bastante responsabilidad del Estado y de muchas empresas; acciones depredadoras que no fueron detenidas en su momento, brechas en la legislación que permiten abusar con la naturaleza… Pero también hay una responsabilidad grande en cada uno de nosotros.
Hay algunos signos de acontecimientos que podrían ser de gran impacto negativo en el futuro, que, por tenues, son ignorados en el presente, perdiendo así la posibilidad de cambiar positivamente la historia para bien, la proverbial analogía de tratar tempranamente el árbol torcido.
Así pasó, sin mayor ruido, el día en el cual sobregiramos la ecología del planeta en el cual vivimos. Ocurrió hace cuatro días, el 8 de agosto, descrito como el Día del Sobregiro de la Tierra; este año, cinco días antes que en 2015, acontecimiento que indica la fecha aproximada en que los seres humanos agotamos los recursos naturales del planeta disponibles para el año 2016. Es decir, que la capacidad biológica para regenerar los recursos en forma renovable y absorber los diferentes desechos, no alcanza a cubrir el año completo.
La fecha es estimada cada año por la Red Global de la Huella Ecológica, un centro de investigación que está asociado al Fondo Mundial para la Naturaleza. El sobregiro se registró por primera vez en 2000, oportunidad en que este se cumplió el 1 de octubre. Anualmente, desde que se inició la medición, la fecha se ha ido acercando poco a poco a la mitad del año.
Para calcular la carga ecológica se consideran dos factores: biocapacidad, es decir, la capacidad del planeta o del país para sostener los medios de vida de las personas, y la huella ecológica, que mide el consumo de recursos naturales (pérdida de bosques, por ejemplo), en un polinomio de factores que permite calcular cuánta de esa capacidad biológica es empleada para procesar, además del consumo de recursos, los desechos y contaminantes, para obtener de esa manera un promedio mundial y de cada país.
El director en Chile de este organismo, reconoce que en nuestro país no se ha logrado revertir la tendencia a aumentar la velocidad de la degradación, su explicación resulta elocuente; "esto es como tener un sueldo para el mes y que se acabe la plata la tercera semana. Uno puede pedir dinero al banco. Nosotros le estamos pidiendo prestado, usando recursos que están destinados a las generaciones que vienen". Según los datos generados por la Red Global de la Huella Ecológica, la biocapacidad de nuestro país es negativa (-0,7) y necesitamos 1,2 "Chiles" para solventar el gasto de recursos de todos los habitantes del país.
Lo que resulta preocupante es que las condiciones nacionales son favorables, tenemos, como se ha descrito, un muy buen país en términos de biocapacidad, por lo tanto, los indicadores promedio fueron favorables por mucho tiempo. Sin embargo, a pesar de eso, nuestra huella ecológica ha ido aumentando y estamos en condición de déficit, contaminamos más de lo que la naturaleza del territorio chileno es capaz de procesar.
La respuesta tradicional de nuestra idiosincrasia es poner los ojos en el Estado y atribuir a los organismos que corresponda el incumplimiento de las tareas. A este respecto, muy posiblemente hay bastante responsabilidad en ese sector; evidencias de acciones depredadoras que no fueron detenidas en su momento, brechas en la legislación que permiten abusar con la naturaleza, pero hay ciertamente una gran responsabilidad en cada uno de nosotros.
Es una letanía conocida, ahorrar energía, reciclar, asumir un compromiso, ya que esto demanda esfuerzo, reflexionar sobre esta situación a título personal antes de tranquilamente tirar la primera piedra.