Una de las buenas cosas de vivir en los tiempos de las redes sociales es que esta fantástica y casi milagrosa posibilidad de acercamiento entre la comunicación de masas y la interpersonal nos permite tener un pulso muy preciso de lo que está pensando la sociedad en la que estamos inmersos, si Facebook y los Trending Topics de Twitter nos lo dicen con precisión.
Una de las buenas cosas de vivir en los tiempos de las redes sociales es que esta fantástica y casi milagrosa posibilidad de acercamiento entre la comunicación de masas y la interpersonal nos permite tener un pulso muy preciso de lo que está pensando la sociedad en la que estamos inmersos, si Facebook y los Trending Topics de Twitter nos lo dicen con precisión.
Así, esta semana uno de los temas que acaparó la atención y que dividió al país en dos, fue el caso del padre e hijo que, tras perseguir por 1,7 kilómetros al delincuente que les robó su auto, lo alcanzaron y lo mataron a golpes.
La jueza a cargo de la investigación decidió dejarlos en prisión preventiva. De inmediato se inició un debate feroz en las redes sociales, fomentado también por algunos medios: ¿Es justo que estas personas, que sólo defendieron lo suyo, sean detenidos y tratados como delincuentes? De manera natural brotaron muestras de apoyo, algunas bien básicas como "arrésteme, yo también soy un peligro para la sociedad"; o "en este país la justicia está al revés".
Aclarando que ningún juez en el mundo habría rotulado como legítima defensa esa brutal golpiza después de una persecusión, es llamativo cómo un porcentaje elevado de la población valida eso de "tomarse la justicia por sus manos", incluso en manifestaciones tan brutales de violencia como ésta. Es cierto que ciertas decisiones judiciales o negligencias de los acusadores pueden incidir en un clima de impunidad y una sensación de indefensión, pero caer en la desesperación y dejar de creer en el Estado de Derecho es demasiado peligroso.
En ese sentido, tantos los políticos como los medios, deben ser cuidadosos y responsables, y optar por educar en lugar de aleonar.