La secuela del éxito de 2013, El conjuro, no es una película que revigorice el género del terror, pero es un entretenimiento muy efectivo.
Muchas veces las leyendas expresan una gran esperanza incumplida, acontecimientos que dan aliento ante tanta cosa desalentadora, creídas por algunos ingenuos como auténticas y por los más como absolutamente falsas, pero aún así creíbles. Es verdad que es mentira, pero está bien contado, como se ha oído comentar, en estas leyendas y en otras no tan leyendas, pero demasiado contemporáneas.
Es lamentable que en esta categoría estén el Viejo Pascual y Robin Hood, el primero que reparte sin que se sepa de dónde lo saca y el que se cree que repartía sabiendo exactamente de donde lo obtenía. Este último, Robin, es una leyenda que nació en Inglaterra durante el siglo XIII, como un hombre de nobleza que se enfrentó a la opresión del príncipe Juan sin Tierra, mientras Ricardo Corazón de León andaba haciendo de las suyas, con el pueblo inglés pasándolo pésimo, ya que por aquellos felices tiempos los nobles y privilegiados no habían oído hablar de conceptos nefastos como la equidad y los derechos humanos. Incluso tenían dificultades para separar a los siervos del ganado, salvo cuando claramente el ganado parecía de valor mayor.
La leyenda cuenta que Robin le robaba a los ricos para repartir a los pobres, como había tanto pobre, hubo aparentemente muchísimos Robins, algunos más redistributivos que otros, pero el Robin por antonomasia es el que operaba en el Bosque de Sherwood, en la cercanía de la ciudad de Nottingham, asunto tenazmente sostenido por la ciudad en cuestión que recibe miles de turistas, esperando que les roben, o que les repartan.
Incluso localmente, siempre existe la esperanza de que haya uno que otro Robin Hood, pero los que aparecen no cumplen con la segunda y más esperada característica de la leyenda, esa del reparto.