Es inadmisible que la ministra de Educación ofrezca a una universidad casi centenaria perder su historia, transformarse, renunciar a su esencia, deshacer lo que ha sido un proyecto regional nacido y crecido con la voluntad y el esfuerzo de las comunidades locales.
Es inadmisible que la ministra de Educación ofrezca a una universidad casi centenaria perder su historia, transformarse, renunciar a su esencia, deshacer lo que ha sido un proyecto regional nacido y crecido con la voluntad y el esfuerzo de las comunidades locales.
Sorprendentemente, la ministra de Educación, al pasar, en una entrevista a un medio capitalino, ha invitado a la Universidad de Concepción, entre algunas otras universidades públicas, a incorporarse al régimen de casas de estudio con presencia del Estado en su administración.
Para la Ministra, bastaría con algunos cambios que parecen ser de naturaleza nominal y sin mayor trascendencia, como "aceptar a tres o cuatro representantes de la Presidenta de la República y a comprometerse a cumplir con tener la gobernanza que establece la ley para las estatales", olvidando algo tan preciado para las universidades como la autonomía, patrimonio de estas instituciones por más de ocho siglos.
Es inadmisible que la máxima autoridad del Estado en el campo de la educación cometa tan lamentable error de juicio, que ofrezca a una universidad casi centenaria perder su historia, transformarse, renunciar a su esencia, deshacer lo que ha sido un proyecto regional nacido y crecido con la voluntad y el esfuerzo de las comunidades locales.
En una muestra de exacerbado centralismo, que no le ha permitido a la Sra. ministra tener la sensibilidad suficiente como para aquilatar el significado de este ofrecimiento, revela su desconocimiento de lo que es la Universidad para la Región y particularmente para la ciudad de Concepción, sin el respeto suficiente como para medir la magnitud del cambio que superficialmente estima como del más fácil despacho, un acto casi simbólico.
No conoce la Sra. Ministra la historia de la Universidad de Concepción, parece no saber que la creación de esta universidad fue propuesta a principios del siglo pasado al Ejecutivo de la época, con el propósito de dar oportunidad a los jóvenes del sur del territorio que, en aquella época, no tenían otra opción que desplazarse a Santiago, si deseaban tener acceso a la educación superior, parece desconocer que esa propuesta fue instantáneamente rechazada con la repetida argumentación del difícil momento económico de la nación.
También parece ignorar que, ante esa realidad, la comunidad se movilizó para hacer lo que el Estado de Chile no quiso o no pudo hacer; crear una universidad, de la nada, sin apoyo oficial alguno, incluso ante la oposición de algunos actores de la capital por una eventual emergencia de pensamiento diferente en otra parte del país.
Sin embargo, la Universidad de Concepción abre sus aulas y rápidamente se inserta en la comunidad académica nacional, establece vínculos generosos con el Estado, se hace parte del gran proyecto nacional de formar profesionales de alta calificación, se une al aparato estatal de desarrollo con investigación e innovación y se inserta entre las mejores universidades de Latinoamérica, sería paradojal que el Estado, inicialmente opuesto a su creación, considerara ahora, una vez exitosa, hacerla propia.
No sabe la señora Ministra de los sentimientos de la comunidad universitaria penquista, que ha estado orgullosa de su universidad por casi un siglo, no parece apreciar que la intención de la Universidad no ha sido otra que colaborar, desde su autonomía, con la función del Estado con el cual hasta aquí ha coordinado sus esfuerzos, sin que haya sido un precio renunciar a su tradición y a su propia historia. No es necesario ser universidad estatal para ser parte del desarrollo del Chile, de esto la Universidad ha dado consistentes muestras a lo largo de 97 años.