
Se trata de los procedimientos realizados en marzo por parte de Sernapesca en el Biobío, destinados a los principales recursos marítimos que se trabajan en la Región.
Por Christian Kairies Gatica
En la pesca artesanal, un total de 97 mil 95 toneladas de los principales recursos marítimos de la Región fueron certificadas en marzo, según información entregada por Sernapesca. Esto considera toda la cantidad de extracción fiscalizada y certificada a embarcaciones artesanales, sin considerar el 30% restante que no tuvo cobertura de inspección.
En contexto, Sernapesca controla las recaladas de embarcaciones pesqueras. En esa línea, la ley general de pesca establece que las lanchas artesanales pueden descargar hasta 80 toneladas.
Ahora bien, es de mencionar que, según detalló Sernapesca, estos principales recursos marítimos de la Región son la sardina común, anchoveta, jurel, merluza común, reineta y jibia, que son las principales pesquerías estratégicas declaradas en la Región. Lo anterior está definido por el Plan Nacional de Fiscalización del área.
En tanto, respecto a las cifras específicas de marzo, la sardina común y anchoveta son, considerablemente, los recursos con mayor fiscalización y certificación. De un total de 2 mil 264 declaraciones de recalada (llegada de una embarcación a puerto), se realizaron 2 mil 26 inspecciones, con una cobertura total del 89% del servicio, certificando un total de 94 mil 307 toneladas.
En cuanto a la pesquería de jurel, se registraron un total de 36 declaraciones de recalada, con 32 fiscalizaciones realizadas, lo que representa un 89% de cobertura. La cantidad de pesca certificada alcanzó las 1.670 toneladas.
Para la merluza común, se reportaron 189 declaraciones y 75 fiscalizaciones, lo que equivale a una cobertura del 40%. En este caso, la cantidad de pesca certificada fue de 78 toneladas.
La pesquería de reineta tuvo 470 declaraciones y 201 fiscalizaciones, lo que representa un 43% de cobertura. La cantidad de pesca certificada fue de 202 toneladas.
Continuando, en el caso de la jibia, se registraron 660 declaraciones, con 199 fiscalizaciones, alcanzando una cobertura del 30%. La cantidad de pesca certificada fue de 838 toneladas.
Por otro lado, de las 2 mil 533 fiscalizaciones a embarcaciones artesanales registradas en marzo, se registró un total de tres sanciones. “Tenemos tres procedimientos de fiscalización a embarcaciones artesanales donde se sorprendieron infracciones a la ley general de pesca y acuicultura. Estas corresponden a citaciones que ya se enviaron a tribunales civiles”, revelaron desde la entidad.
Respecto a los motivos, la primera sanción se realizó por capturar especies hidrobiológicas sin estar inscrito en el registro pesquero artesanal. “Es un requisito que toda embarcación que opera en el Biobío debe tener su registro pesquero en la Región”, aclaró el comunicado de la institución estatal.
Otra de las citaciones que se fue al tribunal civil también fue por capturar especies hidrobiológicas con un arte de pesca prohibido en relación a las áreas de trabajo. “Esto es principalmente por detectar embarcaciones con una red de cerco que usan las embarcaciones pelágicas, es decir, aquellas que capturan sardina y anchoveta, que tenía una altura mayor a 20 brazas (…) Y esto es por pescar en la primera milla. En la primera milla destinada a la pequeña pesca artesanal se permite embarcaciones solo con una red corta, que no supere las 20 brazas”, precisaron.
Por último, para evitar sanciones por temas de fiscalización, los pescadores, con el pasar del tiempo, han adoptado estrategias para prevenir problemas por sobre cargas y así evitar multas o penalizaciones por incumplimiento de la normativa.
“Cuando el barco o lancha pesca más de la capacidad que tienen en bodega, siempre la pesca que sobra, se reparte entre otras lanchas. Se llaman las lanchas a “chupar” del copo de red la pesca sobrante”, explicó Leonel Contreras, trabajador del rubro.
Contreras detalló que a estas embarcaciones que recogen el recurso sobrante se les conoce, entre los mismos pescadores, como “guagüitas” y es una práctica común que se ha ido fortaleciendo en el rubro tanto industrial como artesanal.
“Se aprendió que, cortando y vaciando la red una vez que cargas la lancha o barco y botas la pesca sobrante al mar, esta ya está muerta por el hecho de que encerraste en tan poco espacio al pez, que ya pasó a ser pescado, y pierde la escama, pierde el espacio para moverse, vale decir que se deja de oxigenar y el pescado muere”, explicó el Contreras.
Respecto a lo anterior, explicó que, ahora, se empezó a tomar la opción de llamar a otra lancha que no tenga pesca, se coloca al lado, una vez que la embarcación completó su capacidad de bodega, y se encarga de recoger el recurso sobrante.
“En la parte industrial es lo mismo, dentro de los mismos barcos de las pesqueras, se le se le paga la pesca tanto al que la pescó como al que le “chupó”, ósea, la llevó a puerto, se paga igual la pesca, pero, eso sí, se contabiliza en bodegas aparte, si yo te convido una pesca a ti en otro barco, tú la echas en bodegas previamente sin pesca para recibirla y ver cuánta pesca te dieron y pagarla”, explicó Contreras.
Por último, como se explicó anteriormente, la fiscalización de la pesca se lleva a cabo en el momento de la recalada. En este proceso, se verifica la calidad, cantidad y el tipo de pesca, así como la fauna acompañante.
Sernapesca aclaró que no tiene, dentro de su rango de acción, la misión de fiscalizar la sobrecarga de embarcaciones artesanales e industriales en mar adentro.