Tal como ocurre a nivel nacional, cada vez son más las personas en edad de jubilarse que no lo hacen porque su pensión es baja. En Biobío, alrededor de 60 mil adultos mayores están esa condición.
Por Eduardo Bascuñán
En medio de discusiones políticas, la Reforma de Pensiones sigue su curso, incierto, pero sigue adelante. Mientras que en el oficialismo se advierte de un acuerdo entre Gobierno y algunos líderes de Chile Vamos respecto de los pilares de la reforma, se observa que el panorama, de aquí en adelante, será en base a consensos políticos y las diferencias ideológicas.
Todo esto, en un contexto del comienzo del año de elecciones parlamentarias y presidenciales, formulada para noviembre de 2025.
Mientras tanto, cientos de miles de adultos mayores, a pesar de estar en la edad legal para poder jubilarse, no lo hacen; algunos por necesidad, otros por sentirse activos o bien, una mezcla de ambas cosas.
Ya sea por salud mental o por necesidad, continuar trabajando es una realidad para cientos de miles de adultos mayores en todo Chile.
Según el último informe del Observatorio Laboral del Biobío, la fuerza de trabajo del Biobío es de 775.950 personas, de las cuales, cerca de 709 mil se encuentran ocupadas en algún puesto laboral.
De esto, el 25,3% de trabajadores poseen 60 años o más. Aún más en detalle, se puede apreciar que el número de población en edad de jubilar (60 para mujeres y 65 para hombres) se sitúa en 307 mil, de las cuales cerca de 55 mil se encuentran ocupadas y más de 26 mil, son informales.
Ahora bien, a esto se suman las brechas de género en los montos que reciben los pensionados del Biobío, que a todo esto, son muy similares a las cifras a nivel nacional. Es que, según la Ficha Estadística Regional del Sistema de Pensiones de la Superintendencia de Pensiones, en el Biobío, los hombres recibieron un promedio de $267 mil y las mujeres $107 mil. Indicando una brecha de género de 59,9%.
Según la información oficial de junio de 2024, la fuerza laboral en el Biobío, el 4,38%, o sea, más de 60 mil personas corresponden a adultos mayores (mayores de 60 años), de los cuales más del 47% ejerce en un trabajo informal.
Sandra Quintana, seremi del Trabajo del Biobío, aseveró que “la población en edad de trabajar es de 1 millón 379 mil personas, de las cuales 700 mil son mujeres y 663 mil son hombres. (…) En relación con los ocupados, tenemos a 715 mil personas, de las cuales 303 mil son mujeres y 411 mil son hombres. (…) Y en cuanto a desocupados, que nacen entre la diferencia de las fuerzas de trabajo y los ocupados, tenemos 68 mil personas”.
Dentro de esta fuerza laboral, hay un gran porcentaje de adultos mayores que por diferentes razones continúan ejerciendo alguna labor económica para sus hogares. En cifras, 32.485 son mujeres y 27.912 hombres, con un total de 60.397 personas mayores de 60 años trabajando.
“Esto no es menor. Sienten que, si se jubilan y tienen una pensión, el sueldo o la pensión que van a recibir es inferior estando activos. Hay responsabilidades familiares que hay que cubrir o simplemente la pensión no les alcanzará”, afirmó Quintana
Carmen Gloria Vásquez, realizó el proceso de jubilación a sus 60 años, más, no dejó de trabajar y ahora, a sus 65 años, se proyecta activamente en diferentes actividades incluido entre ellas, las laborales.
Al momento de hacer la simulación en su fondo de pensiones, se dio cuenta de que seguir imponiendo un par de años más, poco y nada estimulaba su colchón previsional, por lo que optó en continuar trabajando, pero ahorrando el dinero que solía destinar a los fondos de pensión.
“Así fue como trabajé un par de años, pero cuando me retiré formalmente, me di cuenta de que no recibía ni una quinta parte de lo que solía tener de sueldo. Eso fue durísimo, aunque con la Pensión Garantizada Universal (PGU), se amortigua levemente, es poquísimo”, aseguró Carmen Gloria.
Actualmente, trabaja con boletas a honorarios, pero de forma esporádica, gracias a sus profundos conocimientos en el área de la salud. “El jubilar, además, me permitió darme cuenta de que hay mucho más allá que uno pueda hacer, que solo trabajar. Y lamento decirlo, yo siento que ahora estoy viviendo. Ahora tengo tiempo para hacer lo que me guste o para hacer nada. Y eso, lamentablemente, ocurre a una edad en que ya no está la energía ni la salud física para disfrutarlo a concho”, afirmó.
Por su parte, Teresa Osses, trabajó durante 32 años en el servicio público y al momento de jubilarse acababa de cumplir 62 años. A pesar de ya no tener las presiones económicas para solventar los gastos educacionales de sus hijos, decidió continuar trabajando hasta la fecha, por un tema de salud mental y actividad física.
“Llevo casi 9 años trabajando en proyectos de teatro con diferentes centros de salud y de manera muy lúdica. Esto me sirve para mantenerme activa y porque igual tuve que aprender a vivir con menos de la mitad de lo que solía tener de sueldo, y aunque ahora tampoco gano tanto con este trabajo, me sirve para médicos, remedios y otras cosas propias de la edad”, afirmó Teresa a sus 79 años.
Ante los antecedentes recién mencionados, diversas figuras académicas del Biobío analizan y proyectan los alcances, pormenores y demás de la reforma previsional.
Desde un punto de vista económico, el Dr. Ariel Yévenes Subiabre, académico de la Universidad de Concepción, aseveró que “la discusión respecto a las pensiones se está dando de manera parcial, sin atender a temas que le otorgarían más integralidad y sostenibilidad al sistema en el futuro”.
Al respecto, el economista observa tres puntos clave. “La esperanza de vida se ha extendido, en algún momento será necesario atender esto desde la lógica de incrementar paulatinamente los años laborales”, afirmó como primer punto.
En segundo lugar, Yévenes aseveró que las brechas de género que se producen en las pensiones podría generar que, con el tiempo, las políticas públicas apunten a “homogeneizar los años laborales entre hombres y mujeres”. Y en último lugar, está la problemática de las lagunas previsionales.
“En efecto, el solo incremento de los montos de ahorro, siendo absolutamente necesarios a su vez, solo atienden parcialmente la problemática”, afirmó el académico UdeC.
El también docente del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la UdeC, Claudio Parés, aseveró que “la discusión ideologizó demasiado. Mientras algunos se centran en el fin de las AFP como consigna y sueñan con un sistema de reparto, los otros se niegan a salir del sistema de capitalización individual. Entonces, la propuesta de combinar un sistema de capitalización con un componente de seguridad social, manteniendo a las AFP en funcionamiento, no deja contento a nadie”.
Según el docente, estas posturas opuestas, hacen imposible discutir en torno a una solución social.
“Lo peor es que el problema de las pensiones es un problema global. No solo en Chile la población está envejeciendo y necesitando cada vez más recursos. El surgimiento de la llamada “Economía Plateada” plantea una serie de problemas y las pensiones son solo uno de ellos. Tienen capacidad de seguir aportando, necesitan vivienda y compañía, necesitan actividades y desarrollo, entonces, las pensiones no son más que un mínimo”, sumó Parés.
La falta de consensos, un debate ideologizado y poco integral, son parte de los puntos en común entre ambos economistas.
Una perspectiva mixta parece ser una alternativa para Claudia Castillo Rosas, directora del Departamento de Trabajo Social de la Universidad de Concepción, quien aseveró que una opción podría ser una combinación de elementos de capitalización individual con mayor solidaridad social.
“Mejorar este sistema con más regulación o presencia del Estado, o por lo menos con más garantías de parte de las administradoras de fondos de pensiones, en cuanto a los beneficios que ofrece. O sea, que, por ejemplo, la pensión universal garantizada sería el mínimo que las AFP pudieran otorgar”, indicó la académica.
Uno de los principales desafíos que proyecta la directora, es que, al incrementar el porcentaje de cotización, pensando en que aquel 6% iría destinado a una cuenta individual, “no cumplirá con el objetivo de fortalecer el Pilar Solidario que tanto se busca”, aseveró.
Además, respecto del mismo punto, la profesora de Trabajo Social UdeC, considera que se trata de un problema crítico, especialmente considerando el envejecimiento de la población y la disminución de la base de trabajadores.
“Aquí tiene que haber un sistema de reparto y cambiar esto, pero eso no es factible, no es factible por nuestros datos, por nuestro envejecimiento, por ese porcentaje que no es capaz de solventar en el futuro, o sea, podríamos solventar hasta el 2040, pero ¿qué pasa después, cuando no hay gente que lo solvente? Entonces, por eso no es posible que el sistema de capitalización individual se modifique y se cambie a un sistema de reparto”, sumó.