Expertos en el área repasan las principales repercusiones que generó Bocamina II. Toneladas de residuos contaminantes produjo la central durante sus años de funcionamiento y que han sido dañinos para la salud de la comunidad coronelina.
“El desafío que viene es que con el cierre de la central los problemas de calidad del aire no van a mejorar”, es la tajante conclusión que entregó el Dr. Jorge Jiménez, académico del Departamento de Ingeniería Industrial Universidad de Concepción, especializado en el área ambiental.
Es que el cierre de la termoeléctrica a carbón Bocamina II, abre nuevamente el debate sobre las repercusiones ambientales que, durante años, golpearon a Coronel.
La concentración de metales pesados en la sangre, acumulación de arsénico y la contaminación visual, son algunos de los principales consecuencias que trajo a la comuna costera. A principios de este año, un estudio publicado por la Fundación Girasol analizó la situación medioambiental coronelina y sostuvo que “en un radio de 3 kilómetros a la redonda, antes del cierre de Bocamina II, Coronel tenía 27 calderas funcionando (sin perjuicio de Bocamina I que cerró recientemente), que generaban 8 mil 800 toneladas de dióxido de nitrógeno anuales y 8 mil 700 toneladas de dióxido de azufre”.
“La tendencia siempre fue alcista y nunca hacia la moderación”, enfatiza el documento.
Vale recordar que Coronel desde 2006 fue declarada zona de latencia por contaminación por material particulado respirable (PM10), y luego, dados sus antecedentes, contexto y caracterización, comenzó a ser considerada “Zona de Sacrificio”.
Sobre el vertedero de cenizas que ahora pasa por un proyecto para ser transformado en un bosque (página 12 y 13) la investigación de Girasol expuso que este “llegó a crecer 51 veces entre 2010 y 2015, pasando de generar 4 mil 456 toneladas de cenizas a generar 229 mil 756 toneladas”.
Además, “en 2019 se efectuó, por parte de la Secretaría Regional Ministerial de Salud, un análisis toxicológico en escuelas y jardines infantiles de Coronel, detectándose 10 nuevos casos de niños cuya sangre tiene alta concentración de metales pesados, en especial arsénico y níquel”, se aprecia en el informe.
Sobre todo lo anterior es que Elizabeth González, jefa de carrera de Química Ambiental de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, dijo que uno de los principales contaminantes de este tipo de industria es la contaminación por metales pesados. Entre los cuales se encuentran, principalmente, el plomo, arsénico, mercurio, vanadio, entre otros”.
Para la académica de la UCSC este es un problema grave, debido a que los materiales que se puedan encontrar en la sangre pueden permanecer por un largo tiempo.
“Un ejemplo de este problema son los estudiantes de la escuela (Rosa Medel) vecina a la planta y que están con problema de plomo en su organismo. El abandono de los metales en un organismo se demora bastante tiempo, porque estos materiales no se biodegradan y permanecen en la sangre”, agregó González.
Por su parte, el Dr. Jorge Jiménez enfatizó que “las cenizas y todo el material que se dispersó va a quedar ahí (…) Todo este polvo quedó en la zona circundante de la central, donde, por ejemplo, se encuentra el sector Lo Rojas”.