Un incendio y una pandemia: la resiliencia inagotable de la Feria Libre de Lota
15 de Agosto 2022 | Publicado por: Nelson Ojeda
Centro comercial funciona toda la semana. Más de 400 locales dan vida a un punto emblemático de la llamada Ciudad de los Mineros.
La calle Cousiño de Lota, en su extensión céntrica, al pasar por la Plaza de Armas, comienza a tomar una identidad distinta.
En su intersección con Galvarino alberga el edificio del Sindicato Industrial Minero, donde solo un mural en homenaje a las movilizaciones de los trabajadores del carbón es el elemento que tiñe con colores a esta abandonada estructura de cemento. Está dibujado en la parte más alta del inmueble. Está a la vista de todos.
Al continuar la ruta con dirección al cerro, en las fachadas de Cousiño, se observan puertas y carteles que dan cuenta del domicilio de juntas de vecinos y otros sindicatos, como el de la Solidaridad o el de los Trabajadores Transitorios Marítimos de Chile. Uno al lado de otro, en una cadena de casas antiguas que son la antesala de quien quizá es el “vecino” más grande de esta arteria: la Feria Libre de Lota.
Incendio y Covid-19
Todo llama la atención al entrar a este mercado popular. El recorrido comienza entre frutos secos y otros productos del campo los que abren paso a ofertas de ropa y calzado. Luego vienen los accesorios de cocina, juegos infantiles y ferretería. Gritos, saludos afectuosos de vecinos y caseros; olores y calles cada vez más estrechas continúan el trazado de esta feria única en el país, la que abre los siete días de la semana desde hace más de 60 años.
Claro que esto es recién el inicio de todo un proceso de reconversión, después de tres años marcados por la dificultad para esta comunidad de comerciantes.
Es que once locales destruídos por un incendio activo durante 22 minutos; y luego la pandemia del Covid-19 mermaron este rincón de la historia lotina. Hoy, dicen sus protagonistas, es el tiempo de volver a ponerse de pie.
Trágica noche
Faltaban cinco minutos para las 22 horas del sábado 26 de enero del 2019. Los gritos de una colega alertaron a Isac Valdebenito, comerciante del “Mercado Viejo” de esta feria lotina.
Era la advertencia de que el fuego iba con dirección al cuarto donde acopia el carbón, el mismo que en los últimos años comenzó a vender por kilo, pero en que en otra época de su vida fue el producto que él mismo extraía desde el subsuelo. Valdebenito, al igual que muchos vendedores que existen en Lota fue parte de las generaciones de mineros del carbón, que tras el cierre de Enacar buscaron otras fuentes laborales.
Ahora observa y señala el recorrido de las llamas de enero de 2019, el incendio que afectó a casi una docena de locales, dejando pérdidas por más de $10 millones en algunos casos, de acuerdo a los primeros y espontáneos cálculos del momento, por parte de los afectados.
“El fuego estaba por entrar a mi cuarto con carbón cuando se desvió”, narra Isac, mientras sigue entregando más detalles de esa sensible jornada. “Acá adentro se quemó hasta el local de al lado mío, pero después la gran destrucción fue por la cara de exterior”, explicó.
Por la cara contraria al “Mercado Viejo” ahora no existen vestigios del paso del fuego. El paso del tiempo se encargó de aquello pero por sobre todo los mismos trabajadores y trabajadoras de este centro de ventas.
Los puestos comerciales están en pie en el mismo punto donde alguna vez estuvieron las cenizas. El mismo lugar que tuvieron que cerrar de manera intermitente por primera vez en su historia, cuando las cuarentenas condicionaron el quiebre de la tradición.
Tania Torres sigue firme junto a su verdulería. Confirma lo difícil que han sido estos años donde su fuente laboral terminó quemada y luego cancelada en medio de la pandemia. Esta exdirigenta sindical dice que “pedimos ayuda a todas las autoridades. Nos pusimos de pie solos. Sacamos nuestros ahorros. Otros complementaron con créditos para seguir ”, además “solo con el incendio estuvimos más de un mes sin trabajar. Al principio nos daba hasta vergüenza porque el local estaba en malas condiciones para atender bien a la gente”.
A su lado, ocho cajones de fruta son los pilares suficientes que sostienen el estante con la oferta de calzados de Daniel Neira. Oriundo de San Pedro de la Paz tomó la responsabilidad del negocio de su suegro, quien hasta antes de la emergencia sanitaria tenía una florería.
“La florería desapareció con el incendio. No solo se perdieron las flores sino que todas las herramientas e insumos como baldes, y otros”, acotó.
“Luego vino la pandemia. Fueron meses sin poder trabajar. Primero fue por el cordón sanitario. No podíamos pasar desde San Pedro de la Paz. Tras eso el problema fue que el Gobierno no nos dejaba operar ya que las flores no eran consideradas un producto de primera necesidad”, relató Neira, agregando que frente a todo lo anterior llegó un momento donde “nos reinventamos”.
“Apostamos al cambio de giro. Ahora vendemos calzado. Es solo esfuerzo propio”, concluyó Neira.
Fin de una tradición
Paola Huenchuman, presidenta del Sindicato Feria Libre de Lota, agrega otro dato: las semanas más álgidas del Estallido Social también fueron un problema. “Nos tuvimos que cuidar de los saqueos”.
Sin embargo, el momento más crítico fue el de la pandemia, donde de acuerdo a cálculos del sindicato al menos ocho locales quebraron de forma definitiva.
“Cuando comenzó la pandemia las autoridades nos daban tres días para poder abrir la feria y solo cuatro horas por jornada. Ahí hubo locales que quebraron. No teníamos ayuda ni del municipio ni del Gobierno”, afirmó la dirigenta.
“Lunes, miércoles y sábado podíamos abrir (…) fue la primera vez que no se abrió toda la semana en más de 70 años de existencia”, agregó.
Seguridad
Son más de 400 los puestos de venta de la Feria Libre de Lota. Según Paola Huenchuman esto se traduce en cerca de 2 mil puestos de trabajo.
Hoy las demandas pasan por conseguir una inyección de recursos para cada comerciante.
Un impulso económico para ayudar a un salto definitivo en vista de la estabilidad luego de tres años de resiliencia inagotable. En algunos casos las ventas han caído hasta en un 50%.
Junto a eso, el sindicato también busca apoyo en seguridad. “Nos han desmantelado al menos cuatro locales en el último tiempo”.
De hecho en mayo de este año Huenchuman y otros locatarios, y la diputada de la UDI, Flor Weisse, entregaron una carta en la Delegación Presidencial del Biobío donde explicaban que, solo durante ese mes, habían registrado 20 robos, con desconocidos que incluso llegan en vehículos para extraer insumos y productos de trabajo.
“Queremos más iluminación, cámaras de seguridad y candados. Esto es lo necesario para poder levantarnos”, agregó la líder sindical.
Pablo Pérez, jefe de gabinete de la municipalidad lotina anunció que están trabajando en dos proyectos para este centro comercial. “Uno ya está adjudicado y trata de cámaras de televigilancia. El otro corresponde a una postulación al Fondo Nacional de Seguridad Pública y consta de la adquisición de dos drones para el sobrevuelo y rastreo en la feria”.
Además, “sobre los problemas de inundación que se están presentando en el sector de las pescaderías y mariscos hay un proyecto en ejecución de pavimentación de estas calles, y la reestructuración de los colectores de agua”, sumó Pérez.
Próximos arreglos
El fin de la mayoría de las restricciones sanitarias de movilidad generaron el retorno de la tradición: apertura durante toda la semana.
Así, los productos provenientes de todos los rincones de la Región del Biobío vuelven a levantar la imagen de esta clásica actividad.
Si en las paredes de Lota se repiten los rayados con el lema de “el minero jamás retrocede”, sin duda, los miembros de este centro comercial también lo representan. Además, según la Municipalidad se está realizando un proyecto mayor para mejorar el recinto, el que en los próximos años debería ser una feria techada.
Es el presente y futuro de una postal regional que surgió desde la tierra de Lillo. Ahí en la llamada Cuenca del Carbón, la Ciudad de Los Mineros.