Existe un déficit promedio de precipitaciones de 20 a 30% durante los últimos 10 años, repercutiendo principalmente en 138 comunas entre Coquimbo y Los Lagos.
De acuerdo con la Dirección Meteorológica de Chile (DCM), junio y julio fueron los meses más lluviosos en los últimos 15 años, con 30.2 y 60 milímetros de agua respectivamente en promedio a nivel nacional. Sin embargo, investigadoras del Programa Transdisciplinario en Medio Ambiente (Proma) y Programa de Reducción de Riesgos y Desastres (Citrid), sostienen que esta situación no mejoró el panorama de mega sequía, repercutiendo tanto a los sectores agrícolas y forestales, como la calidad de vida de las personas.
Para la académica del Departamento de Geología e investigadora de Citrid, Linda Daniele, este contexto responde a que “como país presentamos un crecimiento exponencial que recae en el aumento de la demanda de agua. A esto se le suma la diversidad geográfica que presentamos, en donde el aumento de las lluvias no ha logrado abastecer a toda la región, ni mucho menos ha sido suficiente para recuperarnos de años de sequía”.
El impacto del cambio climático en Chile ha presentado un déficit promedio de precipitaciones de 20 a 30% durante los últimos 10 años, repercutiendo principalmente en 138 comunas entre las regiones de Coquimbo y Los Lagos. Este fenómeno se debe a la prolongada extensión temporal y espacial producto del descenso de lluvias y la disminución de los caudales en los ríos. También se explica por los factores humanos, la dificultad de infiltración de aguas lluvias en las napas subterráneas, la construcción en cuencas y la errónea toma de decisiones con respecto al uso del agua disponible.
Las lluvias representan entre el 40 y 70% del agua a nivel nacional. Por tanto, el problema hídrico y el bajo pronóstico de precipitaciones, ha generado altos niveles de vulnerabilidad ambiental en la población, aumentando su exposición a futuros conflictos políticos, sociales y económicos. De la misma forma, la Dirección Meteorológica de Chile, proyecta que entre 2030 y 2059 las precipitaciones continuarán en disminución, al igual que las temperaturas mínimas; mientras que las máximas experimentarán un aumento entre La Serena y Coyhaique.
La académica de la Facultad de Ciencias Agronómicas y miembro de PROMA, Paulina Aldunce, explicó que “la falta de resguardo del patrimonio ambiental, la sobreexplotación y los problemas de accesos, han generado un impacto social importante en términos laborales y calidad de vida de las personas. Los medios de subsistencia se encuentran relacionados al agua, generando problemas en la salud física y psicológica. Por ello, necesitamos un cambio más transformacional, que permita comprender que los desafíos con este recurso hídrico no están solamente relacionados al tema de la disminución de las precipitaciones, sino también al consumo y administración”.
Según datos entregados por la iniciativa “Escenarios Hídricos 2030” de la Fundación Chile, el 44% de la responsabilidad de esta situación se debe a la deficiente gestión del recurso, donde la minería utiliza el 3,8%, la agricultura un 88% y el consumo humano solo un 6,3%. De la misma forma, el cambio climático potencia la situación en un 25%, provocando un impacto ambiental en los ecosistemas hídricos y elevando la frecuencia de desastres naturales.