El ingeniero civil químico y académico UdeC por 40 años, ha sido reconocido por ser el investigador con más patentes inscritas. Según dice, la clave para lograr este nivel de productividad es la inquietud para poder dar soluciones a problemas reales.
En marzo pasado, el ministro de Minería, Baldo Prokurica, inauguró en Concepción la planta piloto “Dr. Igor Wilkomirsky”, del departamento de Ingeniería Metalúrgica de la UdeC, bautizada así en homenaje al ingeniero civil químico reconocido el año pasado como el inventor más prolífico del país -cuenta con 39 patentes en Chile y 21 en el extranjero-, quien ha realizado aportes en la transferencia de la investigación aplicada, específicamente en el campo de la metalurgia química.
Con más de 40 años trabajando en la Universidad, el Dr. Wilkomirsky asegura que “las patentes son un medio para garantizar que la idea no sea apropiada por terceros, no son un fin en sí misma”, calificándolas como una parte de la cadena de desarrollo tecnológico. Según dice, la clave para lograr este nivel de productividad es la inquietud de los académicos para poder dar soluciones a problemas reales. La mayoría de las ideas, comenta, le llegan “metido en la tina de baño y de repente se enciende la ampolleta”.
“Pensé que era lógico proteger lo que tenía un valor potencial, y también me sirvió mi estadía en Canadá, en que vi que patentar era una cosa rutinaria, parte de la cadena de valor. Y si bien todavía estamos lejos de eso, creo que la Universidad de Concepción ha tomado un ímpetu notable que debe mantener, porque somos líderes en el tema actualmente”, sostiene con orgullo el octogenario académico.
Dentro de sus inventos se cuentan, por ejemplo, un reactor de conversión y una planta de producción de biocombustible a partir de aserrín; y también uno para uso no industrial como un calefactor. “Funciona a leña o con pellet y tiene una eficiencia muy alta; seca muy bien el ambiente y permitiría bajar el consumo de leña a la mitad”, explica.
Wilkomirsky nació en Angol y recién a los siete años pisó un colegio, pues su familia, que vivía en el campo, se trasladó a Concepción. Siempre sintió curiosidad por saber cómo funcionaban las cosas: desarmaba los electrodomésticos de su casa sin que nadie se diera cuenta. “A veces sobraban piezas después de que los volvía a armar, pero seguían funcionando”, recuerda.
Estudió en el Liceo de Hombres de Concepción, luego Ingeniería Química en la UdeC. Obtuvo un magíster en Ingeniería Metalúrgica en la Colorado School of Mines (Estados Unidos) y es doctor de la Universidad de British Columbia (Canadá).
Con magíster en mano volvió a la UdeC a hacer docencia, hasta que una oferta laboral lo llevó a Huachipato en 1965. A fines de 1969 decidió regresar a su alma máter. Era 1972 cuando, junto a su familia, viajó a cursar un doctorado a Vancouver, Canadá, donde terminó en 1974. Tras ello, se instaló en el Centro de Desarrollo de la Tecnología de New Brunswick, un lugar que fue clave para su carrera, pues fue allí donde “vi cómo las ideas originales eran patentadas y después llevadas a la práctica”. Hasta que en 1980 retornó definitivamente a la UdeC.