Garantizar la continuidad de una organización familiar tiene una regla de oro: no confundirse el concepto de “propiedad” con la capacidad de dirigir, explican los especialistas.
“Empresa familiar que no se profesionaliza, muere”.
La declaración del empresario Daniel Jiménez (Mall Connection) hizo eco en las paredes de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Ucsc. Jiménez participó ayer del seminario internacional “Profesionalización de las familias empresarias”, evento que contó con exposiciones del investigador español Fernando Nogales y del académico de la Ucsc, Orlando Llanos.
Según datos de la Fundación Familias Empresarias de Chile (FEC), las empresas familiares representan, en forma directa, por al menos un 54% del PIB de Chile. Son fundamentales para el desarrollo económico y social, responden por el 70% de los empleos y un 60% de las exportaciones. En total, según cifras del Servicio de Impuestos Internos, son más de 917 mil en todo el país.
La importancia de estas empresas es proporcional a la magnitud de los desafíos que deben enfrentar. Problemas para definir sucesión, conflictos por poder, diferencias de gestión y de distribución de herencias suelen terminar en los tribunales. Y lo peor: en quiebres familiares y en el cierre de la empresa. Dato no menor: el 85% de las empresas familiares no sobrevive a la tercera generación.
En el caso de Mall Connection, explicó Jiménez, fueron más de 10 años de crecimiento y consolidación de la compañía, hasta que en 2014 fue necesario comenzar un proceso de profesionalización y organización de la firma bajo una estructura de holding.
“Empezamos a construir el directorio, a buscar talentos y creamos el Consejo Familiar para apoyar en la administración. La profesionalización trae muchos beneficios para la compañía, pero también para la familia y para los directivos, que pueden destinar más tiempo para pensar la empresa”, dijo el socio fundador de la compañía que actúa hace más de 18 años en la industria de la comunicación móvil.
El experto Fernando Nogales, que, además, de ser investigador ha asesorado a distintas empresas familiares europeas, puso en evidencia las dificultades más comunes que enfrentan las compañías administradas por familiares. Según Nogales, “la familia tiene la responsabilidad de no acabar con la empresa de forma dramática, por no haber sabido gobernar eficazmente el ámbito familiar”.
En simples, las familias empresarias deben, para la continuidad de la compañía, asumir políticas orientadas a establecer acuerdos para asegurar la cohesión. Lo mismo en materia de patrimonio y de capacitación, para así formar los cuadros que darán continuidad a la firma. Es decir, profesionalizar a la familia como una familia empresaria.
“Es difícil que familiares se interesen por la empresa, si por 30 ó 40 años la empresa no se interesó por los familiares”, explicó Nogales. Por ello, es clave una política clara de sucesión, detalló el experto.
A su vez, el profesor Orlando Llanos recordó que, según la evidencia empírica, las empresas familiares ofrecen menores riesgos cuando son profesionalizadas, haciéndolas más atractivas para inversionistas.
De hecho, “las empresas familiares profesionalizadas son más rentables que las empresas no familiares”, detalló Orlando Llanos.
Así, además del conocido Valle de la Muerte que deben enfrentar las empresas, en el caso de las familiares está la Maldición de la 3a generación. Si la familia no se prepara, los nietos del fundador asistirán a la muerte de la firma.