Hace cinco años se fueron a vivir en el campo. La casa de los padres se convirtió en un local para celebraciones y eventos, con gastronomía a pedido y visitas a las premiadas viñas de la zona.
La perla del Itata. A 45 minutos de Concepción, Guarilihue se enclava entre cerros y valles, con un microclima agradable y centenarias viñas en las cuales se ha madurado una parte importante de la historia del vino chileno.
En esta zona en que cada familia tiene una bodega vinícola, el turismo no podría ser de otra forma: una experiencia en torno a la producción del vino y de la historia que cargan las viñas.
Esa es precisamente la apuesta de Consuelo Pérez del Campo y Hernán Liñan de Ariza, quienes se instalaron en Guarilihue hace cinco años. Consuelo dejó atrás más de 20 años como ejecutiva bancaria y Hernán sus proyectos gastronómicos (trabajó en la implementación y desarrollo del restaurante Hacienda Patagonia, bar Santa Sed, cafeterías, entre otros).
La pareja aprovechó una parte de la casa de los padres de Consuelo para crear el hostal rural Villa Taly y así ofrecer un “turismo de las emociones”, dice la emprendedora. La propuesta abarca todo el territorio y se enlaza con diferentes productos y servicios, permitiendo entender el destino turístico de una forma integral.
“Lo que ofrecemos es un hostal rural, con piscina, tina caliente, gastronomía a pedido y visitas guiadas a las Viñas patrimoniales del Valle de Guarilihue”, cuenta Consuelo Pérez.
Además de chilenos que visitan el lugar, han llegado turistas turcos, franceses, brasileños y chinos, todos ávidos de conocer y degustar el “terroir” de Guarilihue.
De hecho, hoy está de moda la revalorización de las cepas patrimoniales, explica Hernán Liñan, y en esa materia Guarilihue suma puntos, con Semillón, Aramón, Moscatel de Alejandría, y País.
“Aquí se cultivan cepas de cabeza, que no se riegan, con paladar distinto a otras zonas del país y por lo mismo nuestros viños han ganado tantos premios y medallas”.
El chef agrega que el sabor único de la zona se debe a la ubicación: “Tenemos sol todo el día y estamos, en línea recta, a 21 kilómetros del mar. Eso le da el terroir propio de esta zona, con características particulares que le entrega a los tintos una acidez, generada por el viento marino”.
Al margen de su emprendimiento, Consuelo y Hernán han trabajado en la creación de una fundación para los habitantes de ese sector. La idea es buscar soluciones a problemas comunes e “impulsar el desarrollo a una escala humana”. Temas como administración del agua, señalética para indicar las rutas a Guarilihue y fomentar el cooperativismo para lograr mejor comercialización de los vinos y uvas, están en la pauta.
En definitiva, en Guarilihue apuestan a que el souvenir que se compra como el recuerdo de haber estado en esa localidad adquiera mayor relevancia a través de una experiencia cultural. Esa vivencia es lo que diferencia visitar el museo mapuche de Cañete, participar de una experiencia intercultural en el valle de Elicura o bien hacer un recorrido por las centenarias viñas y bodegas del Itata.