Dos emprendedores penquistas quieren cambiar la creencia de que la comida rápida es sinónimo de baja calidad. Apuestan en insumos seleccionados, buena atención y en un producto ya probado.
Cada cultura tiene su plato popular. Los turcos tienen el kebab. Los mexicanos, los tacos. Los estadounidenses, la hamburguesa. Y los griegos, el gyro. Como los demás bocadillos, se puede comer al paso, sin necesidad de un plato ni de cubiertos. En un envoltorio de pan pita, se rellena con carne pollo o de cerdo, verduras y algún tipo de salsa, como la tradicional tzatziki, una especie de crema a base de yogur.
Pues el gyro va ganando espacio en la oferta gastronómica local. Además del tradicional Waya’s Gyros de la Plaza Perú, llegó al centro de Concepción el Go Gyros, una iniciativa de dos emprendedores penquistas. Hace poco más de dos meses instalado en Colo Colo 367, a metros de O’Higgins, el local ha tenido gran éxito entre oficinistas, trabajadores en notarías, bancos y servicios públicos de ese sector de la ciudad.
“La verdad es que la publicidad boca a boca nos ha favorecido, los clientes vienen, prueban y luego comentan a sus colegas y familiares, porque realmente les ha gustado”, celebra Irina Zapata. Con larga experiencia de negocios en otros rubros, también en la zona céntrica de la capital regional, Zapata conoce de cerca las dificultades para quienes desean alimentarse en forma “rica, rápida y sana”.
De hecho, la apuesta de Go Gyros es, precisamente, romper la idea de que la comida rápida es sinónimo de mala calidad y nociva a la salud. Por ahora, el menú es formado por tres platos: el tradicional gyro en pan pita, y los “Gyro Bowl” y el “Gyro Salad”, con ingrediente que incluyen tomate, lechuga, choclo, zanahoria u otros a elección del comensal.
“Hay una tendencia de alimentarse sano y eso se nota incluso en la elección de la bebida. Lo que más piden es bebidas sin azúcar”, detalla Zapata. En su local, ofrecen jugos, te fríos y gaseosas.
Pero el ingrediente principal de Gyros es la carne asada de pollo o cerdo. Se asa en una estructura vertical en el cual la van colocando en láminas superpuestas (foto al lado). Esta estructura vertical tiene detrás una pantalla a gas como si fuera una estufa que la va cocinando en forma pareja por el giro de todo el sistema. Dentro del pan de pita van los trozos de la carne que se haya elegido, y es allí donde se le agrega prácticamente todo lo que uno desee. Lo más común es agregar alguna verdura cocida, cebollas, trocitos de tomate, algunas aceitunas y luego se puede elegir entre cinco tipos de salsas cuya mezcla le da un sabor especial.
Cristian Cano, socio de Irina Zapata, explica que los sabores de las salsas fueron adaptándose a los gustos y sugerencias de los clientes. Con ello, “se corre la voz” y a cada día llegan clientes interesados en probar las novedades del lugar.
“Buscamos atender a todos los detalles, desde la búsqueda de los insumos de calidad, la buena atención del lugar y la instalación de un equipo extractor para que la personas no salgan con olor a comida”, explica Cano.
Misma preocupación que tuvo al elegir muebles en madera y envases reciclables, cuenta el kinesiólogo que dio un giro en su carrera para convertirse en empresario gastronómico. Solo para encontrar el pan pita adecuado, fueron casi dos meses de pruebas.
Otro punto que los dos empresarios destacan es la cantidad, una preocupación común para el comensal chileno.
“Muchas veces la personas llegan y piensan que un gyro no es suficiente, pero después se dan cuenta que es muy contundente”, dice Cristian Cano.
“La verdad es que salen súper satisfechos, porque es bien completo el plato. Y esa ha sido nuestra publicidad, es decir, de boca a boca”, agrega Irina Zapata.