Durante el año pasado hubo en la Región del Bío Bío 2.835 accidentes de trabajadores que iban desde su hogar a la empresa, o viceversa, según el informe de la Superintendencia de Seguridad Social (Suseso), una cifra 16% más alta que la de 2015. A su vez, los accidentes del trabajo sumaron un 9% más que en 2015, alcanzando la cifra de 12.124 eventos en Bío Bío.
Los datos de la Suceso muestran que si bien la Región logró reducir en un 15% la tasa de enfermedades asociadas al desempeño laboral, aquellas relacionadas con lesiones de músculos, tendones, nervios y articulaciones persisten y continúan ocupando el primer lugar entre las afecciones laborales más comunes, seguidas por problemas de salud mental (25%) y otros de orden respiratorio (15%), audiológicos (12%) y dermatológicos (8%).
En el caso de los accidentes de trabajo, los expertos indican que cargar peso excesivo es uno de los factores claves en la aparición de las dolencias. A tal punto que recientemente, el 16 de septiembre, comenzó a regir la llamada Ley del Saco, que actualiza el peso máximo de carga humana cuando no existe maquinaria que pueda realizar ese trabajo. La ley restringe la carga de peso máximo a 25 kilos para hombres mayores de edad y a 20 para mujeres y menores.
Para Francisco Guede, académico de la Facultad de Ciencias de la Rehabilitación de la Universidad Andrés Bello sede Concepción, la nueva normativa puede ser positiva y contribuir a reducir el riesgo protegiendo el estado fisiológico de los sistemas implicados.
“Sin embargo, se debe tener presente que la cantidad de carga manipulada, no es el único factor que incide en el riesgo de adquirir un trastorno músculo esquelético, siendo muy relevante la técnica con la cual se realizan los movimientos, junto al estado e iluminación de superficies”, detalla el especialista.
Muchas de estas patologías son de carácter acumulativo, es decir, son producidas por movimiento repetitivo de los segmentos asociados a fuerza o vibración que van causando daño generalmente asintomático, con inflamación de los tejidos, muchas veces imperceptible. Esto, a través del tiempo, trae como consecuencia el deterioro de la calidad del tejido del sistema musculoesquelético para soportar el estrés mecánico que la actividad genera y consecuentemente la aparición de la lesión como tal asociada a la perdida funcional.
Al ser asintomático o levemente sintomático, el trabajador no le presta importancia y continúa sus actividades hasta que se desencadena un daño mayor con patologías con tratamientos y tiempos de recuperación prolongados y pronósticos menos favorables.