Familia de Guarilihue recicla centenarias cubas en desuso con que se guardaban los exquisitos vinos de la zona. Hoy son requeridas en Concepción, Chillán, Pucón, Villarica y Viña del Mar.
Las tinas calientes, también conocidas como hot tubs, están de moda. Hoy son esenciales en la casa de campo, playa o la nieve. Y es en Guarilihue, pleno corazón viñatero de la comuna de Coelemu y de Ñuble, donde los antiguos toneleros dieron en el clavo: tomar los centenarios recipientes de raulí donde se guardaban los exquisitos vinos para convertirlos en este cotizado producto.
Los precios parten en los $850 mil hasta llegar a poco más del millón, dependiendo del tamaño. Si bien el precio pareciera un poco caro, definitivamente lo valen. De hecho, las excelentes ventas así lo demuestran.
“Entregamos cuatro al mes. Instalamos en Coelemu y entonces al vecino le gusta. Como todos viajan mucho a Concepción, corren la voz allá. Luego se pasan el dato en San Pedro de la Paz. Lo mismo pasa en Quirihue, Chillán, Dichato, Pichilemu y sectores cordilleranos”, contó Felipe Neira Cano, quien junto a su padre Fernando y sus tíos Leonardo y Gerardo, armaron esta micro empresa hace cinco años en el kilómetro siete de esta localidad.
Valor agregado
El cómo llegaron a esta idea fue por fuerza mayor. Los toneles de madera quedaron en desuso, ya que con los años se acumula un cristal difícil de lavar y que a la larga resta calidad al vino. Es por ello que se reemplazaron por las de acero.
La familia Neira, expertos reparadores, se fueron quedando sin su fuente de trabajo hasta que dieron con esta innovadora idea de comprar las cubas de raulí sin utilizar para reciclar las mejores partes y ensamblar las hot tubs con caldera galvanizada (para evitar oxidación), separador y asientos.
“Funcionan con cualquier leña. La instalación se demora una hora. La llevamos hecha en nuestra camioneta”, contó Felipe Neira.
La compra incluye traslado gratis dentro de la Región. Cuando se trata de más lejos, se cobra.
Y cuando se trata de calidad, la fama llega sola, puesto que incluso han llegado hasta Pucón, Villarrica, Viña del Mar y Quilpué, donde sus compradores las siguen recomendando.
“La nueva administración municipal, bajo el alcalde Alejandro Pedreros, está buscando rescatar las tradiciones campesinas. Una de las cosas más importantes y que nos ha llamado la atención es cómo los toneleros de Guarilihue se reinventaron y están teniendo una segunda oportunidad”, felicitó el enólogo municipal de Coelemu, Demy Olmos.
Como buenos hijos de tierras fértiles en cepas antiquísimas, cuesta desarraigarse de la idea de no producir vino.
Es por ello que Olmos animó a Felipe Neira a construir una cuba de raulí de 1.200 litros para elaborar un cinsault a la antigua. De hecho, ya están en ello y esperan vender a fines de diciembre o a comienzos de enero.
El objetivo es que su fábrica sea parte del circuito turístico. Incluso, están pensando en hacer hieleras y maceteros para que los visitantes vengan a ver los procesos y que si gustan de llevar algo, puedan hacerlo también con algo accesible. Una suerte de souvenir”, adelantó Olmos.
Ciprés
Pese a que el raulí de tonel es una excelente madera, la familia Neira sabe que hay una fecha límite para fabricar con ella. “Tenemos pensado en seguir creciendo, en comprar más madera. Las cubas se nos están acabando”, aseguró Felipe Neira Cano.
De hecho estima que en siete años más no tendrán toneles que conseguir.
“No quieren llegar a eso y la idea es ocupar la mayor cantidad posible de madera recicladas, puesto que tienen mucha historia”, lamentó Olmos.
Si bien el raulí puede ser comprado de proveedores, el ciprés podría ser otra alternativa. Su excelente calidad y durabilidad será la encargada de mantener este negocio con sentido patrimonial y de pertenencia cultural.
Hoy los Neira tienen la satisfacción de que las tinas calientes están siendo un éxito, dejando el nombre de Guarilihue y Coelemu en lo más alto, sirviendo como ejemplo de que cuando una propuesta nace desde lo más profundo del arraigo campesino, también puede ser rentable y traspasar los límites de este pequeño, pero acogedor poblado donde nació el vino chileno.