Ojos de expertos se han maravillado al redescubrir las bondades de la zona vitivinícola, y buscan crear una sinergía alrededor de los miles de pequeños viñateros.
“Estamos trabajando con los pequeños viñateros del Itata, esforzándonos por que se la crean, que entiendan el valor que tienen en sus viñedos y el enorme potencial del valle del Itata, que por sus características únicas, se separan de los tradicionales valles de la zona central, y eso en estos tiempos de por sí es un muy buen atributo para abrir nuevos mercados”.
Así lo explica la reconocida enóloga, Ana María Cumsille, quien confidencia que en lo personal y profesional está totalmente entusiasmada con el valle, el cual hasta ahora no conocía.
“Se trata de parras de más de 200 años que no se encuentran en otra parte de Chile. La viña, cuando es antigua, adquiere un equilibrio de forma natural, lo que hace que los vinos que se produzcan sean de muy buena calidad, y es un activo que tiene el Itata y no la zona central”.
Cabe recordar que en el Valle del Itata, más del 60% de las viñas corresponden a plantaciones “de rulo” o “en cabeza”, esto es, sin un sistema de conducción o “espaldera”. Aquí se concentran las cepas tradicionales, siendo posible encontrar de manera mucho más masiva que en otras zonas las variedades país y moscatel y casi exclusivamente la variedad cinsault, que los viñateros llaman “cargadoras”.
Estas parras no poseen sistema de riego y se denominan “vinos de secano”.
Historia
Los jesuitas adquirieron, ya sea por compra o por herencia, grandes haciendas en la región cercana a Concepción, a las que dotaron de una infraestructura de molinos, viñas y animales. En el remate de las “temporalidades” de la Compañía de Jesús, el 15 de marzo de 1775, la hacienda fue adquirida por Alejandro Urrejola y Peñaloza, fundador de esta familia en Concepción y que fueron realistas en la Independencia. La hacienda fue escenario de combates y guerrillas, como el combate de Cucha Cucha, que se produjo el 23 de febrero de 1814 durante el período de la Patria Vieja.
Expropiada en esa época, fue devuelta, tras un largo juicio, por el general Ramón Freire a la familia Urrejola, en cuyas manos se divide, pero se mantiene hasta 1973, cuando es expropiada por la reforma agraria.
En 1978, anulado el acuerdo expropiatorio, se devuelven a sus antiguos dueños quinientas hectáreas, un cuarto de la extensión original. Luego, los Urrejola la venden a la familia Giner y en 2007 es adquirida por la empresa Arauco. Hoy nuevamente las viñas ocupan las antiguas tierras para la producción de vinos de calidad.
El gerente de viña Cucha Cucha, Patricio Middleton, informa a su vez que ya tienen la primera cosecha embotellada, recién terminaron las etiquetas para entrar a comercializar dentro y fuera de Chile, siendo los primeros destinos Canadá y países escandinavos.
“Lo bueno de este trabajo es que tiene un fuerte componente social, porque buscamos respaldar el trabajo de pequeños viñateros de manera tal de mejorar su situación económica, trabajando organizadamente, enseñándoles nuevas técnicas para que mejoren su ya buen vino. Buscamos asociarlos junto a nosotros en la compra de botellas y corchos, de manera que accedan a mejores precios y productos, y además buscamos elevar el precio que hoy está pagando la industria, relevando la importancia de lo que acá existe, y dándole el valor que corresponde”, planteó Middleton.
Asimismo, el subgerente de Asuntos Públicos de Arauco, Guillermo Mendoza, explicó que la compañía vio en su viña Cucha Cucha que se podía impulsar un proyecto de valor compartido.
“Vimos que hay un activo, con la propiedad muy atomizada con más de 5.500 pequeños productores y con quienes buscamos una relación de largo plazo”.