Perdió sin perder: 37 buses, niños y abuelos aplaudiendo al plantel lila

01 de Noviembre 2024 | Publicado por: Paulo Inostroza
Fotografía: Daniel Pino

Horas de viaje, familias completas, hinchas de siempre y más pequeños. D. Concepción llegó en masa a Rancagua, con un comportamiento impecable, en una final que cerró de la manera más cruel de todas.

El penal de Valdivia sobre el travesaño fue desolador. El jugador, figura de la campaña, puso la camiseta sobre su cabeza y no quería salir más de ahí. Sus compañeros lo abrazaron y uno a uno iban cayendo fulminados sobre el césped de El Teniente. Con la pena grande del que lo dio todo, del que no le da lo mismo no lograrlo. En tribunas y galerías, 10 mil hinchas acompañando a Deportes Concepción, haciéndolo local una vez más. Al fondo un niño, también con la cabeza tapada y al lado su madre con un “levántate hijo” y su mano en la espalda. Imposible no conmoverse.

El técnico Manuel Suárez consolando a los jugadores uno por uno, haciéndoles entender que estaba orgulloso de ellos. No perdieron en toda la segunda rueda, igualaron la marca histórica del club de 15 partidos invictos y aún así el premio no llegó. Perdieron sin perder y aún así el DT fue un caballero en momentos de rabia y tristeza, reconociendo los méritos del rival. Sí, de un rival que buscó los penales durante casi todo el partido. Bueno, en el fútbol, también es válido.

La gente aguantó 26 grados de calor que en Rancagua parecen 32. Terrible. Viajaron 5 horas en auto, unas cuantas más en bus. Llenaron el Teno Sandwich, los prontos y todos los locales que pillaron en el camino. Ni en la euforia previa ni el pesar posterior dejaron de ser esa barra familiar que caracteriza al Conce hace ya un buen tiempo. Los guardias del estadio comentaban “pensamos que serían complicados por ser tantos”. Hasta hubo buena onda con hinchas de Melipilla que pasaron con respeto, sin interrumpir esa pena que pudo ser suya.


Y los hinchas se quedaron porque vieron a sus jugadores llorar, igual que ellos. No estaban ni ahí con ver la premiación, con los ojos húmedos aplaudieron a un plantel que los hizo soñar después de tres años muy pobres en lo deportivo, temporadas de calculadora en mano, de abogados salvando la cabeza. El plantel alzó las manos, la pena de Valdivia se transformó en escalofrío. En el fútbol nos acostumbramos a buscar culpables, pero aquí merecían ganar los 22 y el deporte es alegría y crueldad a la par.

Afuera los hinchas analizaban los cambios, lamentaban que Escobar saliera tan golpeado, quizás faltó referencia en el área, lo mucho que se tiraban al suelo los de Melipilla, dónde diablos estaba Lopes o que el rival tenía más oficio y confianza en los penales, Melo algo sabe. Los fanáticos son pasión, pero también saben de fútbol. Y cómo no, si ven al equipo todo el año y como sea.


Afuera los buses iban tomando lugar. Fueron 37 y salieron de forma ordenada. Tan impecable fue el comportamiento de la gente que al lado del estadio (sí, al lado) todos pasaban a compar Donde la Nina o al Fuente Millán y no pasaba nada. Un par de adultos mayores, hinchas de Melipilla comentaban: “qué lindo lo del Conce. Tantos niños, vino la ciudad completa”. Por el lado pasan Giolito, Kevin Flores, todos con la cara larguísima, pero recibiendo felicitaciones. También Don Nino, que solo dijo “ya pasó, amigo. El otro año vamos de nuevo”. La sabiduría de un hombre muy paciente.

Algunos siguen creyendo que esto son 22 tipos detrás de una pelota y otros que el fútbol se divide entre ganadores y perdedores. El verdadero hincha tiene claro que ese niño de la galería volverá a llorar y lo hará muchas veces. Siempre fue así. Y su mamá sabe que cuando ese niño ría, cuando eso al fin suceda, todo, absolutamente todo, habrá valido la pena.